Tenía pendiente introducir algunas críticas de restoranes y hoy dispongo de tiempo. Fue hace escasamente 2 meses pero parece que haya sido hace 1 año,...me temo que pronto hablaremos del tiempo pre y el post-COVID19. Me produce un poco de angustia poner estas notas dado el futuro es incierto para todos, ellos como restauradores y nosotros como clientes. No obstante no quiero que el intruso viral me doble la mano, y como mi voluntad era escribir aqui va.

Este joven restorán ha supuesto un soplo de aire fresco en la ciudad y en mi última visita volvimos a cenar muy bien, todo en la línea habitual de viernes por la noche de compartir platos.

Degustamos producto de temporada, con cocciones exactas sobre todo en las verduras: unos guisantes frescos salteados de panceta de llorar y unas alcachofas fritas que no les iban a la zaga. Pusieron encima unas lascas de trufa pero no creo el tubérculo mejore para nada el plato.

Tomamos además una estupenda ensalada de col, calamares romana riquísimos, un par de bombas de la Barceloneta muy conseguidas y un foie-gras micuit casero chipén.

La oferta de postres siempre es corta, elegimos un coulant de chocolate y una ración de ensaimada mallorquina.

Bebimos muy bien un blanco de Xarel.lo y un tinto Teófilo Reyes estupendo.

El ambiente relajado, cercano y pasamos una velada muy agradable. Con cervezas,3 botellas de vino y cafés 45€ por cabeza.

En fin, ojalá en unas semanas podamos volver.

Después de unos años de cierto marasmo parace la Imperial Tàrraco empieza a levantar cabeza otra vez, con la reapertura de algunos que marcharon y vuelven -Lola Bistró- y la inauguración de otros nuevos, como éste, con el interés añadido de estar gestionado por un equipo de cocina muy joven.

Situado en una calle pequeña en el corazón de la Part Vella, a muy pocos metros de la Plaça del Fòrum. El local es,epqueño, apenas caben 15-20 personas por lo que es imprescindible reservar. Las mesas están a la entrada y la cocina está a la vista, bajando unas escaleras, allí se sitúan unas mesas altas y una pequeña barra.

Mesas de buena madera, sin mantel ni salvaplatos, menaje cuidado, servilletas de papel.

La carta depende completamente del mercado, rota casi a diario y tiene muchas opciones del día. He cenado 2 veces desde que abrió, haré la reseña de la más reciente.

De cortesía unas ricas olivas andaluzas. Pan de un tipo, correcto.

Compartimos todo: para empezar unas excelentes almejas aderezadas con una picada de ajo. Seguimos con una ensalada de tomate variado; como el género era bueno plato muy gustoso, con un par de toques originales: el uso de tomate cebra y de uans lascas de sandía, color y sabor al mismo tiempo, una especie de trampantojo. Buñuelos de bacalao sabrosos a más no poder.

Unas sencillas colas de rape con romescu preparadas en fritura, sacando un partido muy grande al producto. Lo mismo puede decirse de otros peces bien humilde, las pelaias, bocadito excelente.

Para acabar y dar el toque cárnico probamos un mar y montaña, albóndigas con galeras, también muy gustoso.

Nos ofrecieron un par de postres, elegimos la panacota, correcto.

No hay propiamente carta de vinos, el maitre es entendido y te ofrece lo que tiene. Comenzamos por un Godello muy rico y seguimos con un vino natural del sur que no nos gustó nada y retiramos dado que ya habíamos quedado en eso. El servicio del mismo muy bueno.

La verdad es que cenamos estupendamente, producto sencillo pero muy bien elaborado, con "un punto" original. Servicio amable, competente y cercano. 

A mejorar la variedad de vinos y de postres.

Con cervezas incluidas 31,6€ por cabeza.