La zona cambia de verano a invierno como de la noche al día, y si además es lunes, lo difícil es conseguir comer. Intentos fallidos en locales como El Mirador y Casa Jaime limitan las alternativas. 

Se trata de un local situado en la subida sur del castillo de Peñíscola, con una bonita terraza junto al petril el acantilado con unas gaviotas ávidas de cualquier residuo y que les echan pan en defensa propia. Aparte tiene un local interior.

Servicio jóven, habituado a torear con gente que habla raro y come pronto; con defectos clásicos de este tipo de locales más turísticos (que no volverán jamás, lo hagas bien o mal) como servicio de copas de vino traidas servidas desde casa, salida de cocina todo junto aunque hayas pedido 6 platos diferentes (-a correr antes de que se enfrien-), pan muy mejorable, aceiteras prohibidas, copas de vino de muy bajo nivel, etc... El oficio de turista, cada vez es más duro.

Cartas de comidas plastificadas: la de las pizzas, la de los menús, la de las tapas, bocadillos, platos combinados y platos de carne y pescado...

Lo que tomamos entre dos y de forma compartida, contando con raciones superiores a la media:

. sardinas: pequeñas y regular de sabor aunque bien de paso por el fuego sin estar crudas ni demasiado secas.

- chopitos: bien hechos, rebozado correcto. Bien 

- mejillones al vapor: correctos de sabor y calidad. Cumple

- pescaditos: de bolsa de congelado a granel, faltos de sabor y calidad. Prescindibles,

Para beber: jarra de cerveza bien servida y fria y refresco de limón. Rematamos con dos buenos cafés y nos fuimos salvados por la campana.