Poco antes las vacaciones de Navidad, concertamos una quedada del grupito de amigos que nos autoproclamamos “los amantes del sushi” para visitar nuevamente el que consideramos nuestro mejor restaurante japonés: el Kitsume, en Altea. Llamamos para reservar y nos comunican que el restaurante ha cerrado. Tras el chasco y la desazón, nos enteramos que el equipo de André y Lucía se han trasladado a otro local y no tardamos mucho en concretar la fecha para rendirles visita.

El restaurante Be Katsu se sitúa en la playa del Albir, muy cerquita del Tanuki, local que también regentaron esta pareja antes de su traslado al hotel Villa Gadea. Comedor muy pequeño, a penas para unos veinte comensales. Nos comentan que están estudiando la posibilidad de cubrir parte de la terraza y poder dar más servicio. Cocina a la vista donde André y sus dos ayudantes se afanan en dar un servicio esmerado y rápido.

La carta presenta un buen número de opciones y está dividida en dos apartados: cocina japonesa y cocina vietnamita. Justamente ésta es la novedad más importante del Be Katsu respecto a la carta de los restaurantes que le antecedieron (Samurai, Tanuki y Kitsume). Para cuatro comensales confeccionamos una comanda que combinaba ambas cocinas:

- Kaki no ponzu: Ostra con un aliño muy rico (una por comensal), wakame y hueva de salmón. Deliciosa.

- Tuna hawaian roll: Uramaki que contiene varios ingredientes pero con protagonismo total del atún. Ejecución impecable del rollo y el arroz perfecto, como siempre.

- Paradise roll: Uramaki de salmón recubierto con láminas de mango y algunos ingredientes más.

- Jon Dragon roll: Rollo de langostinos tempurizado. Diámetro considerable en las piezas de sushi, casi como un frutomaki, pero que se pueden degustar de un solo bocado, dada su consistencia.

- Cari tom: Plato de origen vietnamita similar a un curri verde de pollo con verduras. Rico. El picante se usa con medida, se deja notar, pero no molesta.

- Muc rang mudi: Patas de calamar rebozado con una salsa que no logramos identificar. Rico, pero prescindible. Después de la cena nos comenta André que hay que probar el ramen. A la otra visita.

- Postre variado: Helado de sésamo negro y Sakura Mochi: Sorprende el primero, muy rico y agradable el segundo con la curiosa textura que siempre tienen los mochis.

Acompañamos la cena con unas cervezas Kirin para empezar, una botella de albariño Pazo das Bruzas y otra de Enrique Mendoza Pinot noir. Hubo cafés y tés para terminar.

En resumen: una velada muy agradable. Se intuye más disfrute entre los miembros del equipo debido seguramente a la disminución de comensales por servicio y a una mayor capacidad en la toma de decisiones, sin estar sometidos a la negociación con la dirección del hotel. En los platos de sushi se vislumbra una simplificación en cuanto al tamaño de las piezas y los adornos que se presentaban anteriormente en el plato. En el Kitsume, en ocasiones ciertamente quedaban excesivos. Y, sobre todo, notamos una apuesta clara por promocionar la cocina vietnamita, por darla a conocer y convertirla en la seña de identidad del restaurante ahora que el sushi ya ha pasado a ser prácticamente objeto de interés común. Mucha suerte.