Hay que ver como se nota cuando quien te atiende lo lleva en la sangre,

Hay que ver como se nota cuando quien te atiende lo lleva en la sangre, como es el caso de la dirección de este local, ni más ni menos que la cuarta generación de profesionales que con pasión, dedicación y esmero dan de comer desde hace mas de ochenta años, el restaurante se fundo en 1.924, donde entonces la estación de França veía llegar a miles de españoles que venían a Catalunya a hacer fortuna o simplemente a poder sobrevivir.
Cómodo comedor sin grandes pretensiones pero acogedor, carta no demasiado extensa, aunque hay que atender a los platos cantados que permanecen en el local por deseo de sus clientes, nosotros nos decantamos por ellos, los postres sensacionales, además casi todos ellos tienen una anécdota detrás que motiva a decidirte por cualquiera de las atractivas propuestas, atención al helado de violetas naturales.
Servicio del vino, así como cristalería, justillo pero correcto, carta de vinos poco comercial que en ocasiones ya apetece, precios x 2.
Excelente relación precio calidad, comimos dos personas por 77€ con Otazu crianza 2001 incluido.
Lo único negativo para los que somos fumadores, pues eso que no se puede.
Volveré.

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