De vuelta del Matarraña para Valencia, hay que ver la vuelta que hay que dar, se nos hizo la hora de comer a la altura de Vinaroz-Benicarló-Peñíscola y tal… llamamos desde el coche a algún amigo para pedir consejo, no contestaron (qué cruz), intenté reservar en alguno que me sonaba pero no había sitio… Pues oye, paramos en Vinaroz y comemos en la playa, algo decente habrá.
Aparcamos por la zona del puerto pues nos dijo un paisano al que preguntamos que ahí es donde estaban todos los “buenos”.
Se agolpan en pocos metros varios restaurantes, todos con terrazas a la playa, pero no nos costó elegir. El Barco era el único que además de terraza tenía el interior con aspecto de frescura. Veníamos de la montaña y no nos apetecía nada comer al sol, hacía calor. Paaaa dentro. Venga, va, cap a dins, hagamos la inmersión lingüística, que estamos en Vinaròs.
Se llama El Barco y por dentro parece un camarote. Recurrente el temita… No se estaba tan fresco como parecía al inicio, había un poco de vasca y puntito fritanga.
Carta muy mediterránea, con variedad de arroces, que es lo que casi todo el mundo comía. Nosotros, no:
• Enterita
• Mejillones a la crema de ajo
• Fritura de boquerones
• Langostinos de Vinaròs la plancha
• Calamares romana / Sepia rebozada
Bien, estaba todo rico, la verdad, superó nuestras expectativas. En lugar de arroz, para finalizar, y a modo de principal, hicimos ese juego que a mí me encanta de comer a la vez sepia y calamar, a ver qué está mejor. En mi familia hay posiciones muy enfrentadas al respecto. En esta ocasión rebozados ambos, aunque distinto rebozado. Yo soy más de sepia (la “enterita” estaba de miedo) pero reconoceré que este partido lo ganó el calamar.
Lo acompañamos, en copas mejorables, con un Joan Sarda Brut Nature que se dejaba beber.
Salvamos el break, aunque la fritanga costó tanto digerirla como orearla.