Llevábamos este restaurante también en la mochila de recomendados con la siguiente descripción del recomendador: “En el centro está Brasserie Harkema, es muy de gente guay de Ámsterdam, es económico y siempre se come muy bien, hay que ir, normalmente no hace falta reserva”.
Pues eso, que había que ir. Lo que pasa es que en otra guía de viajes, de las oficiales, decía algo así como: “No recomendable ir de noche por la zona, mejor a mediodía”. Pues nada, iremos un día a comer y así hacemos caso a nuestro guía particular nativo y a la guía oficial. Pero hete aquí que en una de nuestras múltiples pateadas por Ámsterdam nos lo encontramos. ¡Oño!, ¿no es éste el que decía….? Pues esta zona no tiene ninguna mala pinta, venimos esta noche. Y fuimos esa noche.
Desde luego, los de las guías es que se la cogen con papel de fumar. Peligro, ninguno.
En pleno centro de Ámsterdam, se trata de una brasserie new concept con aire holandés.
El garito es muy, muy guapo, llama la atención en esa callecilla este pedazo local. Rollo nave industrial, grande, amplio, varias alturas con techos altísimos. Decoración moderna y acertada, una mezcla tremenda de materiales y estilos, eso sí, siempre con líneas rectas. Un puntazo.
Sin embargo, las mesas son más pequeñas de lo deseable. Buen espacio entre unas y otras, pero apreturas intramuros. Sin manteles, como acostumbran por aquí, contacto de la piel con la madera lisa y tratada. A mí particularmente me gusta.
Tiene un amplio horario de apertura y una carta también amplia y diversa para satisfacer a los públicos de cada franja horaria. Así, tienen snacks, sándwiches, hamburguesas, croquetas, mariscos, sección de platos plancha, sección de platos barbacoa, entrantes fríos, calientes, y principales.
• Variado de tomates de temporada con burrata
• Selección de embutidos Spijkerman (Friesland) con pepinillos de Ámsterdam
• Ensalada de cangrejo con aguacate y pan de pita
• Lomo de liebre, bacon, puré de patatas y col roja
• Tabla de quesos holandeses
Sin grandes complicaciones, cocina desenfadada y ágil, tal como corresponde a una brasserie, pero muy requeteagusto, oyes. Buen género, frescura, cierto cuidado en las presentaciones…
La degustación de tomates tuvo su puntillo, eran cuatro y fue una cata divertida, aunque bueno, bueno, sólo había uno. Los embutidos, la verdad, me sorprendieron, estaban muy, muy ricos, menos curados de los que estilamos por aquí, pero sabrosos y punzantes (parece ser que Friesland es una zona con gran tradición en la elaboración de embutidios, y que Spijkerman es su mejor productor). La ensalada de cangrejo, con mahonesa y en una mollete, resultó fresca y amigable. La liebre… aquí sí que hay cocina, y manos, estaba riquísima, como en civet desmenuzada y luego colocada en flan. Y los quesos, tres, estaban ricos.
Plausible oferta de vinos por copas: 4 blancos, 4 tintos, 1 rosado, 2 espumosos y 6 de postre. Entre los blancos… un verdejo patrio (¡me persiguen!), entre los tintos un tempranillo-garnacha navarro, entre los espumosos, un cava catalán, y entre los desert wines, un px. Y por botellas, una trabajada selección, con las referencias agrupadas por perfiles (cálidos, frescos, potentes, completos…). Y… ¿a que no saben cuál era el vino de la casa? Efectivamente amigo, has acertado: un verdejo.
Copita de Petit Bourgois Sauvignon Blanc 2013 para el aperitivo y continuamos con blanco, con una botella de Leopold Blauensteiner Grüner Veltliner 2014. Cerramos con un Falchini Vin Santo del Chianti Podere Casale con los quesos.
Servicio, el típico de este tipo de establecimientos: chavales guapetes desenfadados.
Mola.
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