Restaurante ubicado en el pequeño pueblecito de Es Caló, en Formentera, en un tramo de costa escarpado y cerca del macizo de La Mola. Dispone de una espléndida terraza con vistas al mar desde donde se disfrutan de unas puestas de sol espléndidas y de un comedor interior que supongo se debe usar solamente en invierno. En general tiene un aire de establecimiento de los años 70, un poco caótico.
La comida que ofrecen se fundamenta especialmente en productos del mar, todos ellos fresquísimos y de gran categoría. Aquí probamos unas gambas frescas francamente extraordinarias.
El problema de este restaurante es la enorme acumulación de gente que pretende comer en el mismo y no lo consigue. Conseguí hora tras tres días de insistencia y a tres días vista. Aún así, si se pretende comer en la terraza tiene que ajustarse sus horarios, pensados para turistas extranjeros o bien para realizar dos o tres turnos de comida, y si no te ajustas te envían al comedor interior o a una mesa sin visibilidad.
El trato es francamente desagradable y hasta agresivo si no te ajustas a sus horarios. Una vez en la mesa es correcto, pero se nota como el servicio que va empujando para que comas con rapidez y liberes la mesa para qué la ocupe un segundo o tercer turno. Es una sensación desagradable.
Sin embargo, vale la pena probarlo por la extraordinaria calidad de su materia prima. La carta de vinos es bastante completa, reúne denominaciones de origen de casi toda España y algunas francesas. Nos decidimos por una sangría de cava que no nos gustó en absoluto.
El precio es caro, pero estamos en una isla en la que todo es muy caro, ó sea está en consonancia con el entorno.

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