Incursión por la zona tabernera / mesonera por excelencia de la capital. En un espacio relativamente reducido, apenas una media docena de calles en la zona colindante con el Retiro, existe una oferta de lo mas variopinta, propuestas para todos los gustos y bolsillos, que hacen que la zona, según horarios, sea de las mas concurridas.

Con lo cual, si quieres triunfar, debes tenerlo muy claro, tu oferta debe suponer un plus respecto a tu competencia, o basada en calidad, o basada en precio, o basada en propuestas diferentes. En cualquier caso, será complicado, la competencia, por cantidad y calidad, es muy dura en esta zona.

El local visitado, basa sus propuestas en la tradición tabernaria madrileña, en los sabores castizos, en la utilización de productos propios de la región. Toda su carta hace alusión a los productos autóctonos.

No puedo opinar acerca de su oferta de vinos, hoy no tocaba; si, en cambio, puedo opinar sobre la sorprendente falta de asistencia de clientela, apenas dos mesas ocupadas en el comedor, incluida la nuestra y apenas cuatro o cinco clientes en la barra, al menos a la hora a la que hemos estado nosotros. Vale que es un día entre semana, pero con la fama que tiene este lugar, me parece un tanto incomprensible.

- Diferentes sus Patatas bravas, redondas, con hueco en el centro donde figuran sus salsas, crujientes por fuera y espolvoreadas con pimentón picantito. Enorme ración, buen sabor.

- Huevos rotos con picadillo de la sierra. Sorpresa, sobre una cazuela llena de patatas fritas, viene el picadillo, un tanto insulso por cierto, y encima dos enormes huevos fritos. Con independencia de la calidad del huevo, como conjunto, el plato no me dice nada.

- Callos a la madrileña. Servido en cazuela al centro de la mesa para que te sirvas lo que te apetezca. Buen sabor del caldo, rico en tropezones, chorizo y morcilla de calidad, pero trozos muy grandes, y sobre todo, cuando como callos, me gusta que los labios se queden pegados, y con estos, ese hecho no se produce. Definitivamente, no pasan a mi lista.

- Pulpo a la plancha sobre revolconas al humo. Pulpo laminado, bien cocido, pero lo destacable del plato con diferencia, son sus patatas revolconas. Muy muy buenas.

- Torrija suave con helado. Generoso trozo de pan de molde con excesivo grosor, que a simple vista, te lleva a pensar que puede estar cruda en su interior, craso error, esta muy tierna y jugosa. Buen sabor.

Cafes con hielo y a seguir el camino. Cocina contundente, con raciones muy abundantes. Si no controlas bien, puedes salir orondo. Nivel de precios razonables.

Cena de tapeo en LA EMUALDA, taberna situada al principio de la calle Menorca, muy bien puesta, decorada en tonos claros, madera y baldosas hidráulicas, que conforman un espacio luminoso y acogedor a pesar de estar situada en un semisótano. Una barra con mesas altas a la entrada y al fondo un comedor más formal con unas ocho mesas, cocina vista a través de unas enormes cristaleras.

El concepto de negocio me encanta, ofrecen platos tradicionales de Madrid, realizados con productos de proximidad, de la mano de ganaderos, agricultores y proveedores de la zona. La carta está dividida en un apartado de raciones (patatas bravas, croquetas...), guisos (callos, rabo de toro estofado...), algún pescado y carnes (que les suministra La Finca).

Nosotros pedimos (todo a compartir):

Lomos de sardina ahumada (2), presentados sobre una cama de verduras asadas (sobre todo berenjena y cebolla). Ración escasa, pero bastante buenos.

Unas croquetas para compartir, de jamón y huevo, de cocido y de bacalao, bastante gordas, con un rebozado grueso y el interior cremoso. La mejor, la de bacalao.

Laminado de chicharrones con pistacho, paté de aceitunas y un chorrito de aceite de Campo Real. Los chicharrones (ibéricos) estaban ricos pero eran como los que se pueden comprar en la charcutería. Nos esperábamos otra cosa.

Chipirones encebollados (5), servidos en una cazuelita. Estaban tiernos pero para nuestro gusto el sabor del conjunto muy plano, no nos dijeron mucho.

De postre una tarta de chocolate con virutas de coco, de las que les sirven Sweet Sua, una pastelería ecológica del barrio.

Carta de vinos muy extensa, pero con precios un poco inflados, casi ninguna botella por debajo de los 20 euros. Nosotros elegimos un tinto de Garnacha "La Bruja Avería", servido perfecto de temperatura y en copas decentes.

Bonita vajilla, mantelitos individuales y servilletas de tela. Servicio muy atento y pendiente. Pagamos 72 euros por todo, precio que nos pareció un poco caro para lo consumido. La verdad es que no cenamos mal, pero tampoco nos fuimos deseando repetir.