El tipo de restaurante creo que ya está descrito en comentarios anteriores: casa de campo de doscientos años, que rezuma tranquilidad, bienestar y a la que hay que agradecer haber mantenido el espíritu de lo que era Valencia, la huerta, antes de la locura del ladrillo.
Nos colocamos en mesa junto a la chimenea (ventajas de ir a 13:30)muy separada de otras y muy calentitos. Nos ofrecen tres menús: uno, el elegido, de tres entrantes, paella y postre, con pan y cafés incluidos (27 €). Hay dos más, de cuatro entrantes, con pescado o carne (creo que 34 €) y, el más completo, pescado y carne (42 €) Los precios son los que recuerdo, igual me voy dos o tres euros.
Dos cerveza y agua; vino recomendado por el camarero: el Cordero y las Vírgenes (28 €) Desde luego últimamente la imaginación de los encargados de marketing de las bodegas valencianas es un tema a estudiar; quizá habría que comprobar que toman en casa... Potente, adecuado a la comida y no transmite al paladar el grado alcohólico que contiene (15º)
Entrantes: crema de puerros, calabacín, nabos y coliflor. Calentita y muy sabrosa; nada o casi nada de patata. Muy bien.
Ensalada de tomate rallado con cebollita y atún: muy bueno el tomate a pesar de la época adversa, y atún de mucha calidad. Luego tres buñuelos de bacalao, que realmente contenían un poco del susodicho y bastante patata revolcona.En todo caso muy buenos.
Al fin el plato estrella, que lo es, LA PAELLA. Y lo es cuando es como ésta. En tantas partes de España y del mundo, y supongo por nuestra culpa, hay una referencia a la paella como plato de relleno, para llenar: un arroz y comes. La paella es un manjar, pero cuando está cocinada como la hace Pablo y algunos otros. Como le dije al salir (me miraba con compasión y supongo, comprensión,al decirle que yo también hacía paellas aunque no me ganaba la vida con ello) es una paella muy equilibrada:lleva de todo pero no predomina el romero, ni el pimentón, ni el tomate. Perfecta de punto y de sabor; y dispuestos a que repitas cuanto quieras.
Postre: tarta/bizcocho aunque yo pedí un poco de queso; tres cafés y pacharán casero (cacharán pasero que me dijo el camarero...un 10 de amabilidad y sencillez)
No cobraron el queso aparte, ni el pacharán.
Resumen: comida magnífica, entorno grato por cuanto nos recuerda lo que somos y lo que hemos sido en Valencia; trato inmejorable. Amabilidad natural y sencilla a raudales. Para volver cuando quieras sentirte bien.