Parece ya consolidado, pero equilibrado... Cal y arena en mis dos visitas. Ahora, despistes en ambas.
Si vas a Ma Khin Café, hazlo teniendo claro a dónde vas. Ma Khin Café. Mira que lo dice claro. Pero oye, éste que les escribe, aun así fue pensando que iba a un restaurante. Torpe que es uno.
El local, la verdad es que es guapísimo. Pese a estar en los bajos de un mercado new concept, el de Colón, tiene mucha sensación de luz, de aire, de amplitud, y es por el acertado y estudiado diseño del mismo y su lograda decoración.
La fachada, que da al hall del mercado, está acristalada de arriba abajo, y la sala es absolutamente diáfana, con la cocina al fondo que provoca el efecto de no estar separada, de estar integrada. Muy, muy cool. Uno no sabe si está en un garito berlinés, londinense, neoyorkino, o valenciano, como es el caso.
Ahora bien, comodidades, cero, insisto, es un café.
El ambiente (amigo, estamos es un café, ¿lo había dicho ya?) es jovial, bullicioso, desenfadado… Casi demasiado. Nos tocó ese día convivir con una cena de grupo cuyos componentes estuvieron de pie, charlando animada y ruidosamente hasta que no llegaron todos, que fue prácticamente cuando nosotros estábamos acabando. Había ocasiones en las que teníamos dificultades para entender a las camareras cuando nos cantaban los platos.
Carta de cocina fusión, en la que prevalece lo asiático y mediterráneo.
Tomamos el denominado "Menú para compartir":
• Aperitivo
• Alcachofas con judías bobis, avellanas y limón marroquí
• Gyozas con magro de cerdo
• Satay de gamba asiática
• Croquetas de pollo clásicas Ma Khin
• Mejillones en curry verde tailandés
• Curry de pescado malabari con arroz kheer
• Carrillada de cerdo ibérico con cinco especias
• Postre casero
La camarera escuchaba pero no oía, no sé, parecía que estaba en otra cosa, no daba nunca la sensación de interrelacionar, sonreía sí, pero había algo que no…
Pedimos un fino… y nunca llegó. Llegó antes el champagne que elegimos para acompañar la cena. -“¿Y mi fino?” -“Es que se había terminado y lo han ido a buscar al almacén” -“No lo saquen ya, gracias, comenzamos con el champagne”.
Tras un cuarto de hora sentados, por fin trajeron algo que llevarnos a la boca: la gamba (que por cierto, estaba deliciosa). -“Disculpe, esto no sigue el orden que aparece en la relación del menú, se han saltado tres platos” -“Ah, no, es que no sigue nunca el orden” -“De acuerdo, pero y entonces, ¿el aperitivo qué hace, de petit four?” -“¿No les han sacado todavía el aperitivo?” -“No”.
Y de pronto… se nos juntaron en la mesa tres platos. Pero, amigo, ninguno de ellos era el aperitivo. Que llegó al fin, sí, en quinto lugar.
Después de ese cúmulo de platos en mesa, estuvimos otros diez minutos largos… sin nada. Aquí pasas del todo a la nada en un pis pas.
Sacaron algo más y, tras consumirlo, llegó la camarera, retiró, nos sacó otra cosa y nos dijo -“Esperen, que les cambio los platos”. Cambió el de mi mujer, pero el mío, por algún extraño motivo descendió lastimosamente por el escalafón de sus prioridades y… ahí se quedó. Cuando había pasado ya un tiempo más que razonable (se estaba enfriando el contenido de la fuente que debía de servirme en él) retiré los residuos de mi veterano plato en un ladito del mismo y me serví en él. Al rato apareció la camarera con el plato… -"Demasiado tarde", le dije contrariado.
Y fue la frase que cambió el rumbo.
A partir de ese momento nuestra mesa se convirtió en “LA” mesa, todo fue simpatía, atenciones. Muy bien. Muchas gracias. Más vale tarde que nunca, desde luego. Pero… ya no estábamos del todo a gusto.
En cuanto a lo estrictamente gastronómico, me pareció una fórmula muy actual -algo manida ciertamente- resuelta con corrección: fusión asiática y mediterránea. Excepto las alcachofas, que estaban absolutamente insípidas, me resultó una cocina agradable, amigable. Quizás aprecié un abuso de la leche de coco como fondo, la detecté al menos en tres platos, y se me hizo un poco cansino el tema. Pero bien, en especial las gyozas, me entusiasmaron, y la carrillada, que se deshacía en la boca.
Tomamos cono decía un champagne, Aubry Brut Réserve, ligero, poco persistente... ahí anda, haciendo equilibrios en la frontera entre elegante y anodino.
Servicio del mismo inexistente, las camareras que me tocaron en suerte no tenían conocimiento alguno al respecto, casi dolía ver a una de ellas descorchar el champagne y no te digo nada ya de cómo lo “escanciaban” (una vez claro, la siguiente ya goberné yo el negociado). Previamente había preguntado un par de cosas y… en fin.
Tomamos con la carne un par de copitas de tinto, muy bien este apartado, ya que te daban la opción de un ribera majete, Gazur 2013, o un fresco y vivo utiel-requena, P'alegrarte 2013. Una copita cada uno y así catamos ambos.
Pensé no volver jamás, pero ese palpable cambio de comportamiento que comentaba me hizo replanteármelo. Acudiré, pero acudiré sabiendo dónde voy, por lo que seguro que salgo con otra sensación. El sitio es muy chulo, cocina resultona, y para ir con amigotes, o con hijotes…
Parece ya consolidado, pero equilibrado... Cal y arena en mis dos visitas. Ahora, despistes en ambas.
Efectivamente le va "el rollo".
Bueno, me invitaron a un vino (repetí copa de bobal)
Jajaja
Una pena el arranque. La verdad es cuando las cosas empiezan mal es dificil remontar el vuelo porque uno ya está a la defensiva y el mínimo fallo se acentúa. A mi particularmente es un lugar que me encanta y donde he salido satisfecho. Ya verás como la siguiente es mejor ;-)
Abrazotes
He estado ya en media docena de ocasiones, es de lo mejor de la zona si no te va el japo ese día, porque si no Momiji es la mejor de todas las opciones.
Nunca he tenido esas sensación de dejadez del servicio, pero sí, hay muchos, demasiados despistes en según qué camarero/a te toque. Yo ya me los voy conociendo.
A ver si dejo reseña de esta última vez que estuve a mediodía.
Seguro que sí, Javier!
Ya veo que os gusta a muchos amigos fiables... Repetiré con otra "actitud" ;-)
Abrazos
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