Un lugar auténtico, un cocinero entrañable, una cocina casera, buenos vinos, excelente vermut y la tarde por delante para una larga sobremesa, que no abunda, poco más se puede pedir; quizás algo más de agilidad y menos espera entre platos pero el lugar y el vermut hacen la espera más agradable.
Es viernes y toca gazpacho marinero, a por él.
Para empezar 4 espléndidos vermús, of course.
En el menú de 12€ nos va sacando: ensaladilla rusa, correcta; alcachofas excelentes con ese polvillo de tomate que las acompaña; y un tercer entrante de cuyo nombre no me acuerdo. Y los gazpachos, sabrosos servidos en platos individuales. De postre un plato de queso curado que acompañamos, unos con más vermut y otros con algo más de vino, nos dejó en la mesa algo más del final de dos botellas inacabadas de la que solo recuerdo el rioja Hacienda el Ternero que no me gustó tanto como el Mallaura.
Para beber, una botella de Mallaura, de Heretat de Tavernes, que no estaba nada mal y que no llegaba a 10€ si no recuerdo mal.
En la sobremesa algún café y 2 gintonics, y la sensación de estar en un lugar tan agradable que no importa que pase el tiempo.