Restaurante sin florituras, de materia prima con un comedor anclado en los 70 pero dónde estás cómodo desde que llegas. Carta oral recitada de carrerilla por Mikel -alma mater del local- dónde, a veces, no sabes cuando termina un plato y empieza el siguiente.
Eramos tres, elegimos dos entrantes: tortilla de bacalao (pelín salada) y unas almejas a la marinera ración generosa y sabrosa, a pesar de que la salsa marinera llevaba tomate. De plato principal compartimos un excelente chuletón acompañado de patatas.
Carta de vinos a precios muy, pero muy ajustados y con muchas opciones. Bebimos un godello y un tinto de la Ribera del Duero que consigue Mikel del mismo proveedor que le suministra la carne, vamos que viene con el maridaje de origen, para qué cambiarlo. Excelente ese vino, del que dimos cuenta dos veces, para asegurarnos que estaba bien.
De postre, unas trufas, unas cañas de crema (buenas) y una leche frita (excelente)
Buena comida en buena compañía que continuamos con GT's en Gimlet y que acabamos con una frugal cena y más vinos. Pero esa es otra historia.
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