Indagando en la página web del restaurante (en el siglo XXI algunos hosteleros no se han dado cuenta todavía de lo imprescindible que es tener una página decente), descubrimos la filosofía de este pequeño gran restaurante ubicado frente al mar: cocina tradicional con productos de calidad, locales y de temporada. El incluir todos los precios con IVA, tanto de los platos, como de los vinos, así como la corta pero cuidada selección de estos últimos nos dió buena espina y decidimos elegirles para comer en nuestro paso por el bonito Lastres. Fue una sabia elección, el trato fue impecable desde nuestra llegada. Mientras decidíamos qué comer tomamos unas copas del vino de la casa, un rico Borsao Garnacha Mítica 2012 (¡por fin un vino de la casa bien escogido!). Finalmente nos decantamos por unas croquetas de buey de mar y una tabla de quesos asturianos (Los Beyos, Gamoneu ahumado y Cabrales) que estaban de escándalo. Como plato principal escogimos pescado local de calidad superior: Unos lomos de congrio a la plancha sin espinas, jugosos y fabulosamente acompañados por una crema de calabaza. Riquísimas roscas de pan, muy buen agua asturiana (Borines) y una botella de Blanco Nieva Pie Franco 2011 (D.O.Rueda) que secundó perfectamente al magnífico pescado. Lástima que el frío de la terraza nos impidiese terminar la comida disfrutando del mar, sin embargo, la calidez de una de las propietarias compensó con creces el viento y las nubes. Tomamos un café en el interior, que engaña (por su aspecto algo envejecido) al igual que la fachada, afectada por el cambiante tiempo astur. Relación calidad-precio excelente para un lugar al que le deseamos todo lo mejor por su manera de entender la gastronomía y plasmarla en su restaurante. Recomendadísimo.