Marisquería clásica

Tres amigos de toda la vida elegimos esta marisquería para darnos un homenaje ahora que todavía podemos. La atmósfera del restaurante denota que ha vivido mejores momentos. Aún así, la bienvenida y el trato son, en todo momento, perfectos (y eso es lo que importa aparte de la comida, claro).
Pedimos tres entrantes para compartir: berberechos (muy poco hechos, con una pizca de aceite) muy ricos; parillada de verduras (poco hechas, sabrosas) muy buena; pescadito frito (salmonetes y boquerones ligeramente rebozados) no estaban lo frescos que debieran. Aquí pincharon.
También pedimos gambas a la plancha (lo mejor de la noche), frescas, jugosas, con un punto perfecto de plancha y sal; y cigalas (también muy buenas). Nos quedamos con un poco de hambre y pedimos sepia. Otro pinchazo; no estaba tierna ni se notaba fresca.
Para beber elegimos un cava Recaredo que no les quedaba, así que como alternativa nos decantamos por un Gramona Imperial muy bueno. Era la última botella y cuando nos la terminamos pedimos un Dominio de la Vega. El pobre no soportó la comparación con el Gramona. Parecía sidra: burbuja gruesa, sabor basto... ¡y al mismo precio que el Gramona!
Y pensar que antes me gustaba este cava... El servicio está atento en todo momento a que no falte bebida en la copa.
Es un local al que hay que ir con la cartera llena porque el producto se paga (7 euros por gamba y casi 12 por cigala). Y si se va así, se disfruta.

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