Lo descubrí hace unos años y desde entonces es parada obligada en mis rutas por Galicia.
El Parador se halla en un monasterio que estuvo activo desde el Siglo VI hasta el XIX, hasta el momento en el que le afectó la desamortización de Mendizábal. En 1923 fue declarado Monumento Histórico-artístico, pese a lo cual no se salvó de caer en la ruina y durante muchos años sólo se utilizó el ala Sur, como escuela local y vivienda del párroco. El resto del monasterio quedó abandonado y prácticamente sólo quedaron en pie las paredes.
Si no recuerdo mal, en el 2004 termina la restauración y se inaugura como Parador Nacional.
Realmente impresionante, en un entorno fantástico cerca de los cañones del Sil, bastante aislado y con accesos no muy cómodos, merece la pena ir a conocerlo y pasar unos días de absoluto relax y descanso, o simplemente, como suelo hacer yo, utilizarlo como "centro de operaciones" para moverme por la Ribeira Sacra.
A destacar la cuidada restauración. Dignos de visitar los tres claustros -impresionantes- que conserva. Cuando lo habitual era derruir el claustro de épocas anteriores para levantar uno mayor y más moderno, en este monasterio se respetaron los antiguos, por lo que hoy en día es posible pasear por el claustro románico, el gótico y el renacentista, siendo este último el que más dañado se encontraba y en el que se ha llevado a cabo la restauración más vanguardista, incluyendo una pared de cristal que intenta respetar, dentro de lo moderno, el ambiente del claustro. A mi modo de ver, que no suelo ser muy amigo de estas mezclas, el efecto conseguido es positivo...
Los servicios del Parador son los habituales en este tipo de establecimientos, incluyendo un pequeño spa del que no voy a hablar porque no lo he llegado a utilizar.
El entorno es fabuloso y permite realizar diferentes rutas de senderismo y disfrutar de unas vistas privilegiadas. Simplemente saliendo por la puerta exterior de la cafetería puedes dar un paseo por un pequeño bosque de robles centenarios que realmente merece la pena, donde incluso se levanta un antiguo castro celta que ya reconocía el lugar como "mágico". En este mismo bosque de carballos se alzan las ruinas de lo que fue en su día la impresionante cocina exterior del monasterio, con los hornos de pan todavía visibles y una espectacular chimenea en granito. Una pena que no lo hayan restaurado también.
Los salones del hotel son dignos de visitar. Las vistas desde el antiguo infirmatorium impresionantes también. El servicio realmente amable y atento. Y el restaurante grandioso en si mismo.
Ubicado en las antiguas caballerizas, se puede bajar andando (2 pisos) o en un cómodo ascensor. Como el monasterio se levantaba en pendiente, esta estancia tiene una altura impresionante con un techo abovedado precioso. La cómida es típica gallega y aunque la carta de vinos podría ser más amplia, satisface al visitante que busca vinos locales o los típicos de otras DO más habituales. El precio del restaurante no es exagerado, sobre todo si estás alojado, ya que entonces tienes opción de elegir un menú de 30€ con casi todos los platos presentes en la carta.
Un sitio increible que no me he cansado nunca de recomendar y al que siempre vuelvo.
¿una asignatura pendiente? Ir un fin de semana de invierno, con los montes de alrededor nevados, y disfrutar de la tranquilidad, del sosiego del lugar y de un ambiente de serenidad realmente monástico.
Una delicia.