Jeje, ¡yo también soy más de corvina!
Cualquier pececillo que caiga en las manos de Pablo Chirivella se convierte en un manjar en la mesa, Joan.
Antes hacía una ventresca espectacular, pero el punto de salazón que traía ya la pieza no era homogéneo y le dio algún disgusto, por lo que ya no la frecuenta. Una pena, porque cuando venía bien de sal era algo extraordinario.
Ahora que, esa corvina... ¡uy uy uy!
Abrazos