Desde hace casi 100 años, en la localidad mallorquina de Petra se cuenta con la presencia de una entrañable bodega: Miquel Oliver, parada obligada para quien desee conocer a fondo la enología de la isla y disfrutar de unos vinos que están consiguiendo innumerables premios así como brillantes puntuaciones.
Pionera donde las haya, fue la primera bodega de la isla, en introducir importantes cambios y mejoras a nivel tecnológico.
Además de las condiciones impuestas, aunque privilegiadas, por la naturaleza, trabajamos día a día para optimizarlas, con el fin de obtener la mejor uva. La que dará forma y sabor a cada uno de nuestros vinos. Se trata de un trabajo en equipo con la naturaleza en la que los factores climáticos participan de una forma activa y natural. Nosotros hacemos el resto…
El camino que seguimos, no es quizás el más sencillo, pero sí el más respetuoso con el medio ambiente. Por ello no utilizamos herbicidas. En vez de ello, realizamos un trabajo manual y mecánico en todo el proceso de desborre, deshojado y eliminación de exceso de carga que la viña pueda padecer. Un trabajo que requiere tiempo y que eleva el coste pero que a cambio, protege el medio ambiente y contribuye a mejorar la calidad de la uva.
El sistema utilizado de conducción también es fruto de un trabajo en equipo con la naturaleza. Se trata de un sistema en espaldera móvil que nos permite aprovechar las horas de sol que tenemos en Mallorca y controlar la humedad de las hojas y racimos. De esta forma podemos optimizar el microclima en el interior de la planta y reducir considerablemente los tratamientos fitosanitarios.
Y es así como de nuestras doce hectáreas de tierra y de nuestro trabajo diario, obtenemos aromas y matices propios, que no sólo identifican a cada uno de nuestros vinos, sino que también nos identifican a nosotros: a Vinyes i Bodegues Miquel Oliver.
Detrás de cada uno de nuestros vinos hay una historia. Unos son herencia de generaciones pasadas, otros han ido naciendo de nuestro empeño en innovar y experimentar. Y aunque todos tienen su propia personalidad, con aromas y matices propios que los hacen únicos, también tienen algo en común: la calidad y la pasión con la que están elaborados.
En nuestro empeño por avanzar, hemos sabido conjugar los valores tradicionales de un celler familiar con una actitud abierta y una mente inquieta. Y con ilusión. El resultado de todo ello es la elaboración de vinos nuevos de excelente calidad y gran personalidad. Vinos singulares que han sabido abrirse camino entre los grandes y que están amparados por la Denominación de Origen del Pla i Llevant de Mallorca.
Además del reconocimiento de nuestros clientes, que es lo que nos hace seguir trabajando y experimentando, nuestros esfuerzos también se han traducido en premios y distinciones de calidad, lo que siempre nos halaga.
Es una pregunta francamente difícil, ya que todos y cada uno de ellos tiene un significado muy especial para mí.
Aunque si tuviera que elegir tan solo uno, tal vez me decantaría por el Aía y por todo lo que él representa.
Aía es el nombre de mi madre y como todos podéis imaginar, un vino que lleva el nombre de tu madre no puede ser cualquier vino, tiene que ser el mejor.
Aía es un vino en el que el trabajo en viña y bodega ha sido muy importante. Cuando trabajas con una variedad tan internacional y conocida como es la merlot no puedes hacer simplemente un merlot más.
Considero que los aromas de la tierra, microclima de la isla, elaboración y crianza del vino tienen que estar más presentes que las características propias de la uva Merlot.
Para mí lo más importante de este vino es que la gente lo cate y no distinga a priori que se trata de un monovarietal de merlot, sino que el vino le encante y disfrute con él aún sin saber lo que prueba.
Cuidamos también muchísimo el tema de la imagen. En este caso la etiqueta tiene su propia historia. Mi madre era profesora y lo que quisimos plasmar fue su nombre escrito por uno de sus alumnos más pequeños el cual no tenía aún una caligrafía de lo más correcta. De manera que no es de extrañar que alguna que otra persona llegue a la bodega pidiendo por éste vino pero pronunciando un nombre algo diferente a lo que es el Aía.
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