Huyendo de los p***** controladores, el estado de alarma y demás puñetas, nos permitimos un homenaje en este restaurante-asador. Lo que nos convenció para acudir aquí fue el hecho de que dispusieran de auténtica carne de buey gracias a la matanza de dos ejemplares.
A pesar de ser sólo tres, nos sientan en una mesa grande, donde perfectamente podrían caber seis personas.
Pedimos una tabla de quesos vascos: idiazábal, ronkari... y algunos más que no reconocí. Vienen acompañados por unas mermeladas. Me quedo con la gelatina de guindilla. ¡Espectacular!
Otro entrante: unos pimientos asados y pelados. Sabrosos, con un buen aceite y de sabor intenso. Nos trajeron un chuletón de 900 gr. para tres. Un poco justo, así que cuando lo estábamos acabando pedimos otro de aprox. 700 gr. El chuletón estaba en su punto, con una ligera costra por fuera y poco hecho por dentro, como debe ser. Excelente.
Los vinos son otro cantar. La carta no está mal pero los precios son x2,5. Por ejemplo, Les Alcusses a 21 €. Pedimos un Castillo de Monjardín (Rioja) correcto y un Sierra Cantabria muy flojo, me decepcionó este vino. Las copas correctas. Las cambiaron con el segundo vino. Se limitan a abrir la botella, pero prefiero eso a tener a alguien pegado a la mesa pendiente de si bebo o no. Hay que decir que el servicio de sala es muy atento, sin ser empalagoso, y profesional. Me sorprendió, la verdad.
La RCP es elevada,sobre todo por culpa del vino, pero en general la sensación que te queda es que has comido calidad y la has pagado.