No suelo ser amigo de comer en esos “modernos” mostradores cara a la cocina pero en esta ocasión quería que mi compi pudiese comprobar en persona no sólo que aquí se cocina muy bien, también quería que pudiese comprobar “in situ” que no hay trucos, que todo es vivo y que encima el rollo en esa cocina es maravilloso.
Ya está suficientemente descrito el local así que iremos al grano.
Comenzamos eligiendo el vino. Nos traen la carta y en cuanto la abro y veo algo en concreto, dejo de buscar. Un vino que me gusta mucho y encima de una añada que merece la pena “descubrir”.
Gravonia crianza 1993. Un vino cien por cien viura, un riojano de calidad suprema. Es increíble que tras 23 años esto siga siendo un vinazo. Tengo que reconocer que a día de hoy este tipo de vinos me tienen totalmente enamorado y quizás no sea yo el más imparcial pero está impresionante. Un vino que hay que beber a temperaturas “altas”. Podemos así apreciar en su justa medida todo lo que nos da.
Comenzamos con un par de entrantes. Corteza de bacalao crujiente y crema de patata y yema de huevo. Impresionantes. Esa patata y yema están para morirse literalmente.
Mejillón, coco, citronella y tomate picante.
Txangurro en emulsión de yema y fruta de la pasión.
El pan no lo sacan todavía, prefieren que no nos “despiste” pero no hemos tenido paciencia. Pan de masa madre que está en su justa medida, corteza crujiente, miga compacta. Rico-rico.
Queso marino, jugo de champiñones y crujiente de pollo
Begihaundi a modo de risotto.
Tuétano en guiso de rebozuelos. Simplemente decir que he dejado los cubiertos a un lado, he cogido el pan y lo he degustado “a lo bruto”, cual trozo de tocino después de unas buenas alubias. Puro “erotismo” culinario.
Atún rojo a la parrilla y antxoas
Merluza del Cantábrico sobre una velouté de hierbas y papa rota con limón
Molleja de ternera a la brasa, cerezas encurtidas y emulsión de queso curado. Una vuelta a su plato, han conseguido mejorar algo que ya era extraordinario.
Primer postre… Mar. Pura frescura que limpia el paladar para prepararlo hacia el mundo dulce. Muy bien conseguido, refrescante a más no poder.
Plátano, café y oliva negra. Un viejo conocido que nos demuestra que tras mezclar todos los ingredientes, cosas que parecen destinadas al divorcio, logren un matrimonio que tiene aseguradas las bodas de oro.
Como no puede ser de otro modo, a modo de detalle con todos los comensales nos ofrecen otro de sus postres míticos, el Sabayón de azúcar moscovado, sorbete de naranja y yogur de cítricos. Esto está cojonudo y lo saben.
Dos estupendos cafés con unos ricos detalles en forma de gominolas de frutos rojos, galletitas de mantequilla salada y unos bizcochos de avellana.
Un buen rollo con todos los protagonistas de la noche. Unas cuantas celebraciones hoy. Simpatía, profesionalidad…… Creo que Mina y su equipo sigue siendo, sin duda alguna, la mejor referencia de la capital en su tipo de cocina. Merece la pena y la merece mucho. Gracias a todos ellos por lo vivido.
Para ver alguna foto: http://gastiondo.blogspot.com.es/2016/07/restaurante-mina-bilbao-mas-ayeres-que.html