El gran ausente

Evidentemente, que el Virgen del Mar no se mencione casi en Verema, es una ausencia poco justificable.
Dejando de lado que la puesta en escena debe mejorarse en algunos aspectos, el hecho de contar con una cocina tan seria y bien armada como la que Cruz, la dueña, ha sabido componer, creo que merece tener presencia en este foro.
La entrada al local es absolutamente gloriosa, porque con lo primero que uno se topa es con una barra rebosante de mariscos de primerísima. Frescos y bien presentados. De esta forma, el tapeo en la barra se convierte en una delicia visual. La cerveza la tiran muy bien. Y este es uno de los pocos sitios donde el fino manzanilla se sirve como es debido: casi helado y muy muy joven, blanco casi.
De casi todo lo que aparece en la carta es posible disfrutar en la barra. A excepción de los arroces.
Entremos al comedor.
Los arroces son el justo emblema de la casa. El arroz con bogavante ya hizo famosa a Cruz cuando el restaurante estaba en Mazarrón. Es comparable a los mejores. El Arroz estilo Cruz, es otra apuesta segura. Queda así resuelta una primera incóginta sobre qué es imprescindible comer allí.
Ahora viene lo más difícil: decidir qué no comer. De las muchas cosas que he probado en sucesivas ocasiones, destacaría el pastel de zarangollo y morcilla y la sepia en su tinta. Pero además las ensaladas, los buñuelos de bacalao, las alcachofas y toda la larga retahila que puebla la carta son siempre un acierto. De los mariscos no voy a hablar porque con un producto tan bueno tiene poco mérito que se pueda disfrutar tanto de ellos. Destaquemos las cigalas abiertas y hechas a la plancha.
El contrapunto lo pone la paupérrima carta de vinos. Qué pena.
Hombre, siempre hay valores seguros como un escueto grupo de espumosos, champanes incluídos, que suponen una buena opción para acompañarlo todo. En especial a los arroces.
Otro tirón de orejas lo merece la cubertería y parte de la vajilla.
El servicio pude llegar a ser excelente o simplemente mediocrillo, depende quién te toque. El entorno es agradable, luminoso, tal vez algo cargado a veces.
El postre tiene glorias históricas como el afamado suflé de meolocotón, para el cual merece la pena hacer un huequecito al final.
En cualquier caso, el Virgen del Mar es un lugar al que volver, sin duda, y muchas veces, si lo que se quiere es comer bien, que, bien pensado, es a eso a lo que uno va a los restaurantes ¿no?.

  1. #1

    esparta

    Pues no cre que uno vaya unicamente a un restaurante a comer, se va ambién a beber, estar con las cmpañías que uno va, a pasar un rato, donde también se como, pero no unicamente. Y me dá la sensación de que en el Virgen del Mar siguen anclados en el viejo concepto que mantenían en Mazarrón: un concepto anacrónico y viejo. Dond no les importa colocar precios importantes a sus productos, pero del entorno, del servicio, y de los vinos, se olvidan de manera hasta desconsiderada.
    Un poquito prepontes. Y la señora Cruz, toda una orquesta de chacharrería de oro.

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