Juré que no volvería a este sitio, pero los compremisos laborales obligan y la semana pasada tuve que visitarlo sí o sí.
He estado en Salvador varias veces a lo largo de la última década, y es preocupante el nivel al que han llegado.
Pedimos de entrante unos chipirones con habitas, mediocres a más no poder, con el sempiterno ajo que le meten a todo en Casa Salvador. Además, entre los chipirones encontramos pequeños trozos de cáscaras de tellina... No sé cómo habrían llegado hasta allí.
Luego tomamos un arroz con pato, ajos tiernos y alcachofas: el pato supongo que murió de viejo, y el arroz soso a más no poder. Eso sí, a 19 euros la ración.
No recuerdo ni qué vino pedimos porque yo conducía y no iba a beber, pero el que sacaron estaba a temperatura ambiente y hubo que traer una cubitera con hielo para enfriarlo. El servicio consiste en servirlo y darlo a probar.
A la pregunta de qué nos había parecido el arroz (se quedó la mitad en el plato) dijimos lo que he comentado: que no sabía a nada. El camarero se disculpó y ahí quedó la cosa. Supongo que no le dijo nada a Salvador, que desde que llegamos hasta que nos fuimos no se movió de la caja registradora. Donde había poco que registrar, por cierto, porque había cuatro o cinco mesas ocupadas en todo el restaurante, contando salones y terraza. Eso sí, perfectamente ataviado con su uniforme de cocinero.
Aclaro que en la valoración que voy a hacer del sitio no voy a puntuar el entorno para no desvirtuar el resto de puntos (como sucede en la puntuación general). Y lo comento porque L'Estany de Cullera es maravilloso. Lo mejor, de lejos. Si al entorno le cascas un 10, que es lo que merece, el restaurante se queda con una nota que no merece.
En fin, esto no hace sino reafirmar la idea que tenía sobre Casa Salvador: se le ha pasado el arroz.