Vino encerrado en una botella bordelesa y vestida con una original y colorida etiqueta que ha sido ganadora del concurso anual de pintura cuyo fin es vestir la última cosecha de este exitoso vino. Buen corcho.
A la vista me encuentro con un color rojo picota de capa media alta. Limpio y brillante. Buena lágrima que se desliza con pereza por la copa. Menisco violáceo y granatoso.
En nariz abundantes frutas negras y rojas en sazón.
En boca es aterciopelado, con volumen, carnoso, fresco, equilibrado, taninos domándose,muy frutal resurgiendo las frutas de la fase olfativa, presente acidez que invita beber y que le dará vida. Muy grato y placentero paso de boca. Es un vino largo. Me da una permanencia de 2,15 minutos. Cata realizada con motivo de la visita de los miembros de la Academia de Gastronomía de Zamora a Bodegas Fariña.

Unas tres semanas más tarde, veo con cierto regocijo que en Cantabria esté vino se ha impuesto a nivel de las barras de locales de cierto nivel . (Digo regocijo por vinculación que todos sabéis con Zamora y porque me gustan nuevos vinos, con expresión y en los que no te dejes la cartera, cuando lo que quieres es tomar este tipo de vinos).
Pues bien, en la vista evidentemente está muy similar. En la nariz en esta ocasión encontré quizás más fruta y de más tipo. Y en la boca en este caso me resultó con mayor frescor, más frutal lo cual no quiere decir con mayor golosidad.
Me alegro.

A la vista se presenta con un color entre cereza y cebolla roja, con destellos de color violáceo, limpio y brillante.

En la fase de nariz se nos ha cantidad de fruta roja y sensación de golosinas.

Al paso por la boca me resulta menos frutal en la fase de la nariz, y ofreciendo sensaciones a pimienta, lo cual me resulta bastante difícil de explicar.

La etiqueta de este año me parece un poco tristona y el vino me ha gustado más otros ediciones anteriores.