Ubicado frente al Urumea y el Kursaal, aunque sin vistas (especialmente abajo), pues prefiere guardarse la intimidad en un local que por decoración y estilo recuerda a una época más antigua. Resulta precisamente por eso romántico y con encanto.
Estuvimos en el salón del piso alto, menos recargado, con buena distancia entre las mesas y que mantiene la intimidad apropiada. El servicio correcto sin resultar estirado, al contrario, muy amable y atento.
Los vinos a un precio correcto, aunque el coperío mejorable.
Tomamos inicialmente y para compartir un arroz con cabeza de jabalí y lascas de Foie, muy bien acabado y con un sabor muy bueno. Y de segundo un pescado (en mi caso una Kokotxa buenísima). Los postres impresionantes, y con posibilidad de vino dulce por copas.
En general destaca la sensación de intimidad en un local que conserva el encanto de otro tiempo con una cocina más actual y muy bien elaborada.
RCP correcta atendiendo a los precios de la zona y la ejecución de los platos y cantidad, 75€ por persona.

Urepel es otro de los templos gastronómicos que sin contar con estrella michelín, uno no debería perderse. Bajo mi punto de vista Donosti y su zona de influencia ofrecen un nivel al que cualquier otro lugar le costaría igualar (Rekondo, Elkano, Kaia... sin contar con los estrellados y renombrados michelín). En el caso del Urepel situado delante de la desembocadura del Urumea, ofrece un repertorio de exquisiteces, donde yo pondría en primer lugar a su deliciosa merluza. Su cocina es refinada, y el trato es perfecto (te sientes cómodo desde el primer momento y son capaces de generar una atmósfera íntima, para que puedas disfrutar con el resto de comensales de aquello que desees degustar). Los dos salones (prefiero el de abajo) son refinados aunque algo recargados. Su carta de vinos más que aceptable con una cava a temperatura donde los puedes ver.

Ubicado en frente de la ria, con unas vistas preciosas en pleno san sebastian encontramos este restaurante de decoración barroca, a mi gusto muy muy recargada. el trato fue muy amable y atento a la vez que profesional. Es uno de los sitios que recuerdo en los que he comido mejor en toda mi vida. Para empezar un papillote de langostinos, exquisito! y de segundo un solomillo con queso idiazábal tambien muy bueno. De postre una pera bella helena a su estilo, con sorbete de pera ( especial). volveré en cuanto me acerque por allí.