Palo cortado con alma de oloroso

de color ambarino oscuro, turbio, lágrimas muy finas. Inicialmente con poca intesidad y sin gran expresión, necesita de unas horas para abrirse y quitarse los muchos años en botella. Asoman aromas de gran madurez (ceras, amielados, frutos secos), sin rastro de la crianza en flor, con tímidos recuerdos de maderas viejas de fondo. En boca es cremoso, suave, con una nota dulzona como de fruta acompotada contrarrestada por finos amargantes. Un caramelito, muy agradable. En pocas cosas se parece a un palo cortado, lo situaría muy cercano a un oloroso, con el alcohol muy bien integrado en el conjunto y una acidez encomiable. Su falta de complejidad viene suplida por la redondez general. Los vinos de Montilla también saben envejecer, y este generoso con más de 40 años a sus espaldas así lo atestigua. Muy rico!!!

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