¿De verdad que es un Pomerol?

Cereza claro con ribete teja. Lágrima separada, lenta y ordenada. Brillante y sucio, pues al ser decantado, en la botella queda bastante poso. Capa media.
En un primer momento jamás habríamos pensado que se trata de uno de los pomeroles más regulares en su franja de precios; cobertizo, sangre, cueros, tonos metálicos y mineralidad, todo ello sobre un fondo a sotobosque y hojarasca. Al rato, con paciencia y con un concienzudo ejercicio de muñeca, el abanico se despliega sutilmente y encontramos violetas, cerezas, ahumados, humo de puro, especias y salinidad.
En boca se muestra balanceado, con unos taninos que seguramente hace unos años serían más firmes pero que se han perfilado a lo largo del tiempo, una acidez que mantiene mucha garra y un paso por boca austero y al mismo tiempo sedoso y sabroso. Frutas negras no muy maduras, notas balsámicas y mentoladas, persistentes sabores terciarios y una gran mineralidad.
Largo, especiado, punzante, carnoso y pétreo.
Un vino para nota; como he comentado, en un primer momento no habría sido capaz de circunscribirlo en Pomerol. Posteriormente y con fe, puede que sí, pero desde luego que no me ha parecido un exponente claro ni de la zona ni de la varietal. En cualquier caso, muy bueno. Misterioso, cabiante y complejo.
1998 fue una de las mejores añadas de su decenio. Estuve en la zona hace cuatro años, y los guías nos explicaron que este Château, además de haber pertenecido cerca de quinientos años a la misma familia, es la finca más extensa de la Denominación. Interesante vino.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar