En el mejor momento para beber

Caoba amielado. Limpísimo y brillante.

Lo abrimos ayer, esperamos unas dos horas hasta que lo probamos y nos dejamos la mitad de la botella para hoy. Si hace 24 horas ya estaba todo en su sitio, en este momento, despunta: Cítricos (piel de naranja amarga sobre todo), melocotón, algo de frenazo que se ha ido diluyendo con la aireación, especias y piedras.

En boca es donde percibimos su verdadero carácter, un 88 inmaculado, con acidez desbordante, con un esqueleto delineado, sin alcohol y con una integración de máximo nivel. La mineralidad alcanza en esta fase su nivel más alto. Posee complejidad y al mismo tiempo es un riesling que se entiende muy bien, ya que se trata de un vino que ha perdido casi todo el azúcar y que sigue manteniendo el aporte varietal bajo el manto de esa falsa dulcedumbre. Y ya está.

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