Un vino que emociona solo de recordarlo.

Es un vino que desde el principio emociona. Hay aromas de fresillas silvestres, arándanos, zarzaparrilla sobre notitas especiadas y balsámicas. Matices que recuerdan a lo metálico, a la sangre, es alcalino y calizo, hay notas de cartón seco, vegetales (hojarasca), castañas y nuevamente aromas cárnicos que son una delicia de complejidad. En boca es una maravilla, con un paso de estructura algo rugosa pero elegante, hay fruta madura pegada al hueso (melocotón – albaricoque), es distinto y con mucha personalidad. Posgusto alcalino y con un puntito de astringencia tánica frutal, que le otorga esa intuición de que la botella los próximos años lo desarrollará en amplitud de formas terciarias y sensoriales. Una maravilla, cuyo viñedo tiene una historia desde el año 1.450 y del que solo se embotellan unas 600 cajas cada vendimia. Un vino que emociona solo de recordarlo. Va por ti querido Ignacio.

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