Cuando hablamos de comida es bastante improbable que alguien no sepa cuáles son sus gustos, porque eso más o menos todos lo tenemos claro, pero cuando pasamos al vino la cosa se complica bastante. Los maestros Jedi que publican por este foro, frecuentemente utilizan términos específicos para definir diferentes aspectos del vino: largo, corto, seco, dulce, floral, frutal, acidez, salinidad, estructurado, mineral, con volumen, etc. Estos términos, aunque representen conceptos muy concretos, en su mayoría son complicados de entender para el resto de padawans que leemos con devoción sus crónicas y que apenas llegamos a distinguir si un vino nos ha gustado mucho, poco o bastante. Hace unas semanas estaba hablando con cierta Jedi y tras preguntarme por mis preferencias, percibió en la fuerza que éstas se decantaban claramente por los vinos minerales. Posteriormente durante la comida, eligió dos vinos: uno que me encantó y otro que me entusiasmó. "¿Cómo lo sabe?" Aunque pueda resultar obvio, no deja que sorprenderme el hecho de que otra persona sin apenas conocerte, sepa mejor que tú mismo qué vinos te van a gustar. Por lo visto es una de las muchas ventajas que tiene saber utilizar la fuerza.
Hace un par de viernes, en una típica y calurosa noche de la segunda quincena de Agosto en Valencia, donde media ciudad está con la persiana bajada, se nos ocurrió merodear por un barrio que no solemos frecuentar, Ruzafa, y que quizá deberíamos. En horario más europeo, a las 20:30 entramos en Rodamon siendo los primeros del ¿servicio nocturno?, ventaja estratégica que nos permite elegir la mesa que queramos. Rápidamente diviso el expositor de vinos situado al fondo así que nos colocamos en una mesa para dos, con silloncito junto a los vinos. El camarero, que ha observado perfectamente como he babeado frente a los vinos, nos indica que puede llamar al sumiller para que nos haga un maridaje a medida en función de la comanda. "¡Toma como mola!" En la carta, como ya es perfectamente sabido, hay no menos de unos 25-30 vinos disponibles por copas, aunque según nos indicó el sumiller la oferta real es bastante mayor porque disponen de otros muchos vinos que no aparecen en la carta. Tras preguntar sobre la longitud y calidad deseada, acordamos para mí un maridaje de 5-6 copas, basado en vinos blancos minerales y un par de copas para mi compi. Después nos sugirió que pidiéramos la comida y en función de la comanda, él elegiría los vinos del maridaje y arreglaría el orden de salida de los platos.
Los platos servidos fueron, por este orden, un aperitivo de la casa, unos temakis de cangrejo crujiente, un involtini de vitello tonnato, un pisto marroquí con dátiles y pan árabe y unos huevos con boletus y foie. Posteriormente se amplió con un cremoso de queso y galleta a modo de postre. La carta me pareció informal y divertida, con gran surtido de platos poco convencionales donde poder elegir. La comida estuvo francamente bien, pero lo que realmente nos impactó fue el servicio del vino. Por primera vez creo que empecé a comprender, en toda su extensión, la verdadera relevancia del servicio del vino durante una comida. Mas allá de las copas Riedel cambiadas para cada vino, de una variedad de bodega todavía inabarcable para mí o de un servicio a la temperatura adecuada en cada caso, es de justicia destacar a un sumiller totalmente entregado explicándonos toda clase de detalles sobre cada botella, zonas viticultoras, variedades de uva, clases de suelos con sus características geológicas, diferentes conceptos a considerar en un vino, etc, y sobre todo, esforzándose al máximo para que este pobre padawan pudiera comprender mínimamente qué demonios significa la mineralidad en el vino. En cada servicio empleó no menos de 4-5 minutos de su preciado tiempo para atendernos, aconsejarnos vinos para más adelante según nuestros gustos, explicarnos todos los detalles que creía oportunos y contestar a las no pocas preguntas que nos iban surgiendo durante el maridaje. Seguramente, haber comenzado a cenar tan pronto propició un escenario más favorable, pero incluso descontando ese factor, mi valoración de 10 para el servicio del vino recibido, honestamente creo que se queda corta. Si encima le sumamos que nos gustaron todos los vinos probados y prácticamente en riguroso orden creciente, el disfrute como os podréis imaginar que fue impagable.
Los vinos servidos fueron por este orden:
1.- Txacoli Uno, Bodega Goianea, Hondarrabi Zuri, Hondarrabi Zuri Zerratia, DO Arabako Txakolina
2.- Via Edetana, Bodega Edetaria, Garnacha blanca, Viognier, DO Terra Alta
3.- Legado, Bodega De Martino, Chardonnay, DO Valle del Limarí, (Chile)
4.- Villarrei, Bodega Pazo de Villarei, Albariño, DO Rias Baixas,
5.- Táganan finca Amogoji, Bodega Envinate, DO Tenerife
6.- Blanquito, Bodega Callejuela, Manzanilla pasada 9 años, DO Sanlucar de Barrameda
Ademas de los vinos del maridaje, mi compi probó primero un Ribeiro, Lagar do Merens y después el chardonnay chileno. La verdad es que no soy capaz todavía de aportar ningún dato nuevo sobre los vinos o que pueda aportar algún valor significativo al foro. Únicamente puedo apuntar como resumen, que empezamos bien con el Txacolí, que ya soy fan de la pansa blanca del Via Edetana, que el chardonnay chileno fue un enorme descubrimiento para nosotros, que después de muchos intentos ya conozco “otro” albariño que me gusta y que ese Táganan es una verdadera maravilla, la “limpieza” de ese vino me dejó sin palabras. Tanto es así, que al terminar la cena me pedí otra copa extra fuera del maridaje, para tratar de retener al máximo esa sensación. La manzanilla pasada me costó un poco al principio, es muy diferente a cualquier otro vino que haya probado, pero hacia el final de la copa creo que ya le estaba pillando el truquillo, así que a la próxima volveremos a la carga. Aunque éste solamente haya sido “mi primer maridaje chispas” una cosa me ha quedado muy clara: si alguien os dice que maridar es difícil, no le hagáis caso porque no es cierto: ¡maridar está chupado! Solamente tenéis que ir al Rodamon y preguntar por el maestro Pablo-Wan Kenobi para que perciba vuestros gustos en la fuerza, así de fácil.