Pequeño restaurante, casi escondido, en una esquina de la Plaza de Sant

Pequeño restaurante, casi escondido, en una esquina de la Plaza de Sant Just. Cuando fuimos todavía estaba cerrado para cenar, pero cerca esperaban extranjeros sobre todo. Ambiente bohemio, toques rústicos muy conseguidos; pocas mesas, pero sin mucho ruido al principio, cuando se llena es difícil que no haya. Comida catalana con cierto toque moderno. El servicio es atento. El vino, una carta muy pequeña, pero con bastantes DO, bien seleccionadas. Lástima que las copas no sean las correctas. El precio está bastante bien, sale por unos 25-30 €.

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