Quimet & Quimet, un lugar inexcusable para todo aquel que se precie de

Quimet & Quimet, un lugar inexcusable para todo aquel que se precie de conocer la Barcelona gastronómica.
De larga tradición familiar, en este local minúsculo con tres mesas altas sin taburete y una barra se come y se bebe de pie entre una legión de parroquianos fieles y devotos venidos de todas partes. La gracia del sitio es la excelsa calidad de todos los productos, que son seleccionados, mezclados y montados al momento por Quimet y su hermana con una habilidad y un buen gusto dignos de admiración -no en vano me consta que, de tanto en tanto, el mismísimo Ferran Adrià se pasa por aquí-. Aquí, si algo no falta es fantasía y originalidad.
El trato, especial. Quimet opina, saluda y bromea como le viene en gana, pero siempre con buen tono y con un cierto punto de sarcasmo. A la hora de retirar cubiertos, alguien se pasa con un cubo de plástico y recoge platillos, copas y lo que haga falta. A la hora de cerrar las puertas -pronto, hacia las 22:30-, se cierra y punto; los que se quedan dentro podrán ir saliendo pero ya nadie podrá entrar.
Los vinos, a cientos, desde las calidades más sencillas -siempre dentro de unos mínimos-, hasta botellas de precios astronómicos, que puedes degustas en el local o comprar y llevarse a casa. Lo mismo se puede decir de los licores y aguardientes, de las mejores calidades y orígenes.
Resultado: un lugar de visita imperdonable, especial y con un sabor que sólo otorga el paso del tiempo y las generaciones.

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