Tocar el timbre para entrar. Os recibirá una colección de coca-colas de diferentes países, un expositor de gadgets vinateros (a la venta) y algunas bonitas botellas de vinos viejos: Castillo de Ygay, Tondonia... Pobrecitos, vivieron mejores tiempos sin duda.
El sitio es normalito, un poco viejuno pero cómodo. Personal bastante agradable, en especial el dueño, quien nos regaló un par de anécdotas divertidas con los postres.
La especialidad de este sitio es el arroz, y tienen la fama bien ganada. Buen arroz. Repetiremos sin duda.
Comimos:
- Txangurro de cuchara. Fresquito, con pan tostado en aceite. Nada destacable.
- Paleta 5J con pan de ajo y tomate. Envasada al vacío, un poco tiesa. El acompañamiento fuerte de ajo pero bien.
- Arroz con almejas y arroz con bogavante: en ambos casos perfecto el punto del arroz pero echamos en falta algo más de sabor, más presencia de almejas y bogavante. En el caso del arroz con bogavante además, demasiado pimiento verde.
Pese a lo que comentan por aquí la carta de vinos no me pareció nada del otro mundo. Precios bastante altos y salvo alguna referencia curiosa de vinos con un par de décadas, nada distinto. Optamos por acompañar la comida con txakoli Itasmendi 7 y la verdad es que aguantó perfectamente todos los platos. Buen vino. El servicio como apunta por aquí, inexistente. Buenas copas y ya.
Los postres, sin pena ni gloria. Ninguno merece mención.
Buen café y bastantes opciones en los licores. Cerramos con un Imperial de Barceló, buen cierre.
En resumen, el sitio no falla con el arroz, cumple siempre. Eso sí, no sales con "esa sonrisa", sales "bien comido", que no es poco!
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