Para volver

El Restaurante Hisop está situado en una calle tranquila de la parte alta de la Ciudad Condal. Está decorado de forma sobria pero elegante, la cubertería, cristalería y vajilla están francamente bien, adecuadas a la categoría del local. Me gustaría también mencionar el servicio de pan, que solemos obviar pero, cuando es excelente como en este caso, ayuda a que una comida salga bien.
Empezamos con un aperitivo de chipirón con yuzu y ginebra vaporizada, muy agradable. El siguiente fué el tartar de sardina con manzana, sidra y helado de mostaza de hierbas, realmente muy bueno.
El bocadillo de atún, realizado al vapor con una salsa ligera y velo de jamón, realmente sorprendente y magnífico plato. Y el siguiente plato fue otro éxito rotundo: el carpaccio de gambas con ajo blanco y trufa de verano. Exquisito y elegante, realmente nos acordaremos durante mucho tiempo de esta combinación.
El salmonete a la brasa con flor de calabacín y caldo de citronella estaba en su punto. Otra vez nos encontramos con el salmonete, pescado que entra por la puerta grande en la alta cocina. Para mi gusto quizás algo salado el caldo, pero a mi pareja le pareció perfecto.
La espalda de cordero con romero estaba excelente, pero estaba acompañada de una salsa de carne y por cuajada con crujiente de galleta. Pensamos que simplemente con la cuajada y la galleta quedaría perfecta, ya que se producía una cierta confusión de sabores.
Siguió una selección de seis quesos, realmente muy buena, todos ellos sabrosos y alineados "in crescendo".
El prepostre, una sandía con pepino y estragón, era refrescante y ayudaba a limpiar la boca, pero yo recomendaría, realmente, ponerlo antes de los quesos.
El bizcocho con melocotón, jengibre y café es un postre excelente, de los que saben a muy poco. Un juego de texturas y sabores de los que dejan huella.
Para terminar, un buen café acompañado de petit fours, en este caso pensados tanto para endulzar el final de la comida, como para dar también un toque refrescante. Realmente buenos y sorprendentes.
Pedimos el maridaje de vinos, y esté fue, en relación a su precio, excelente en calidad. Empezamos con un Txacoli Aretxaga, fresco y amable. Siguió un Celestia 12, un DO Costers del Segre, interesante, muy aromático y complejo en boca. Otro blanco, un Valdemar 11, DO Rioja, resultó potente e intenso. Con la carne nos sirvieron un Mas Comtal 11 DO Penedés, un tinto elegante pero con la fuerza suficiente para combinar con el cordero. Como vino de postres un Cinclus 08, que hubiera sido excelente con los quesos, pero que le faltaba dulzura para el bizcocho.
En resumen, una comida excelente, muy bien acompañada por un servicio atento y amable, siempre profesional. Quizás, como sugerencia, sería interesante añadir algún aperitivo mas, así como otro postre. Volveremos seguro.

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