Buena cocina y buenos vinos. El resto flojo

Pasando numerosas veces por la puerta, me sorprendía la corta pero atractiva carta de vinos. Atisbando en el interior no parecía un restaurante muy acogedor ni bien puesto. Todo era cierto, buena bodega, sitio decorado mínimamente sobre la base de un bar (aunque no creo que pretenda más en ese aspecto), pero lo que no presagiaba es que la cocina, siendo físicamente pequeña en espacio, tendría tan buenos resultados.
Buena materia prima y combinaciones creativas sin excesos. Algun plato frío pero perdonable.
Tomamos a compartir (no emplatan por separado), Ortiguillas con crema de mariscos y lima(muy buenas), Chipirones con alcachofas (buenísimos), Huevo a 65º con trufa y tuétano (correcto), Presa ibérica con mojito de cilantro (realmente bueno y original), y postre de helado de canela con praliné de trufa (pasable). Buena cocina.
Corta pero adecuada selección de vinos aunque servicio inexistente. Tomamos Lalama (Ribeira Sacra) a 22 euros. Frutal y mineral, fácil de beber. Para finalizar, copa de amontillado y oloroso a 7 euros cada uno. Algo excesivo.
Escaso aunque agradable servicio. Al final de la noche el local está algo cargado de humos. Precios, en general, comedidos y buena impresión.

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