Prometedora apuesta

Mi primera impresión al examinar la carta fue estar ante un quiero y no puedo y, francamente, no abandoné preso de mis temores el local porque me había comprometido con mi invitada.
El local, moderno, diáfano, con buenas vistas...pero con decoración quizás simplista y extraída de algún catálogo de alguna anodina tienda gargantuesca.
La carta. NO engaña; son platos arriesgados pero resueltos con certeza; los precios desorientan, pero son correctos; entrantes como el carpaccio de gamba roja (arte comestible, sensacional guarnición que enmarca el carpaccio en sí y que eleva un plato sencillo a "algo más") o los tallarines de calamar con habitas y salsa romesco (que son eso mismo), hacen que te enamores del local. Los segundos, a mi entender más irregulares pero no obstante mejores que la oferta general de la zona, notables. Postres curiosos.
El servicio de sala, voluntarioso y amable pero mejorable, desde luego. El servicio de vino...quizás lo peor; a una selección de vinos corta y con grandes lagunas se une un personal no familiarizado con ésta.
Pero en resumen, una buena experiencia de la que no me arrepiento. Volveré.

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