Cocina de altura.

Altura del comedor, en ese 10º piso, pero altura sobre todo del trabajo en cocina, de la creatividad y el buen hacer. Sala agradable y luminosa con mesas amplias. Buen menaje. Servicio muy atento. Muchos detalles complementarios (snacks, aperitivos, aceite y salsas para acompañar el menú al gusto...) Carta sugerente y menú degustación estupendo, con algún plato no presente en la carta. Bodega bien provista y diversificada. Carpacho de solomillo con sardina ahumada y helado de arándanos, risotto de calamar con aire de parmesano y escamas de atún en movimiento (este plato asombra por el aroma y por el juego visual del movimiento de las láminas de atún, además de ser sabrosísimo), lomo de ciervo con ciruela al vino y queso azul de Valdeón... Juegan con el nitrógeno en un prepostre (piruleta de requesón y vainilla) y el apartado dulce también sorprende con buenas combinaciones. Sin bodega, unos 60 euros por persona. Creativos pero muy sensatos.

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