Salvo en el mismo San Sebastián y cercanías, el Ibai permanece protegido por una extraña poca notoriedad, a pesar de su excelencia. Escasos aficionados al buen comer podrán decir, en España, que se han sentado a la mesa de este pequeño (apenas conté unas ocho o nueve mesas) y curioso local, sobre el que, en la ciudad que lo acoge, circulan especulaciones y excelente fama. En los fogones, Alicio, temido por los proveedores, elabora recetas tradicionales con, seguramente, el mejor producto que pueda degustarse hoy en este paradójico país (y con esto no afirmo que no existan otros lugares que dispongan del mismo producto). La sala está gobernada por su esposa, que ofrece un estilo que combina la profesionalidad y la cercanía, tan característico de aquella maravillosa urbe. En espacio de una semana pudimos comer en dos ocasiones en el Ibai, en invierno de este 2009, sin que, en ningún momento, decayera lo más mínimo el altísimo nivel de calidad y empaque de los platos servidos: arroz con almejas, menestra, cocochas en salsa verde con almejas, mero, careta de ternera... Viandas que Alicio canta en la mesa a tenor del día, de lo que ha comprado en el mercado o le han suministrado. No existe, por tanto, carta (tampoco de vinos), ni precios que leer en ningún sitio. Teniendo como referencia los dos días que comimos, puedo atreverme a decir que en el Ibai se pueden pagar de 50 a 120 euros por persona, según lo que se pida y entendiendo que este cálculo no contempla el vino. Particularmente, me gustaría pensar que restaurantes como el que comento, con esa clase de producto, no dejarán nunca de existir; como también me gustaría creer que algunas recetas, que yo considero insuperables (y su longevidad las avala), se podrán por aún largo tiempo degustar en los salones de este país. Es, simplemente, un deseo personal. Mientras así sea, quien quiera o pueda permitírselo tiene la posibilidad de hacerlo en el Ibai de San Sebastián, siempre que le den una de sus codiciadas mesas, claro está.