Excelente. Un placer para el paladar y el resto de los sentidos. Los micro-menús son muy divertidos. Texturas diferentes a lo acostumbrado. El camarero que nos tocó un poco soso pero correcto. Estuvimos frente al ventanal con vistas a la via del tren (lástima) y la oscuridad más tarde, pero no importó porque la comida atrajo toda nuestra atención. El precio no es nada caro comparado con lo que disfrutamos. Repetiremos
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