Local de decoración muy austera, casi monástica. Paredes azul y blanco con algún cuadro Warhol y suelos de pizarra negra.
Entrada: lleno hasta la bandera y buen ambiente, desenfadado.
Cocina de mercado de corte moderno.
Nos sorprendió que no puedas comer a la carta siendo como era sábado a mediodía. La única opción, si no avisas con anterioridad (en cuyo caso tienes mucha más variedad de oferta que te entregan recogida en un coqueto folletito que sirve también como carta), es ceñirte a un menú, el Menú La Granadella (25€), compuesto por 5 entrantes fijos, 1/2 carne y 1/2 pescado, ambos a elegir entre 4, y un postre, otra vez fijo.
Bien pensado, pero... de eso se informa al reservar.
Así quedó la cosa:
---Entrantes
•Tabla de ibéricos con quesos
•Milhojas de manzana y foie caramelizado
•Pinchito de gambón y tiritas de calamar con salsa romescu
•Pimientos del piquillo rellenos de carne de buey, senderilla y salsa de queso gouda.
•Ensalada de espinacas frescas, frutos secos y saquito de queso de cabra.
---Segundos
•Hojaldre de merluza con verduras y salsa de chipirón
•Cordero confitado con salsa de boletus
---Postre
•Surtido de fruta preparada y dulces de la casa
Excepto los embutidos, el resto de entrantes estaban bien ricos, sobre todo las tiritas de calamar con romescu (infalible combinación) y los pimientos rellenos, que con su acertada y curiosa mezcla de gouda y senderilla, conformaban un delicioso bocado.
El hojaldre de merluza, bueno pero un poco seco, y el cordero, aunque "viejo", perfecto en su ejecución, con ese confitado y esos boletus.
Dentro del citado menú podías optar o bien por Lagunilla o bien por Nodus Tinto de Autor, que fue mi elección. Pese a ello eché un vistazo a la carta, con fotos, y era interesante. Servicio del vino discreto.
Toda la sala, llena como decíamos, era atendida únicamente por dos competentes camareros de excelente presencia, cubano él y bielorusa ella, que pese a lo que nos temimos en un principio dada la presumible escasez de servicio, nos atendieron perfecta y puntualmente y siempre con una sonrisa en la boca.
Habíamos tomado unos blanquitos de aperitivo y luego unos cafés, que no nos cobraron, sujetándose religiosamente a los 25€ anunciados que hacen que concluya calificando la RCP como extraordinaria.