Con dos macroforeros (bestias pardas ambos dos)

La espera a los dos miuras "placeaos" con los que me iba a enfrentar la otra noche solo podía ser a portagallola. Toda una pose que suele ser de provecho, en parte, para echar un vistazo a la carta de la puerta e ir familiarizándome con algunos de los platos que más tarde cantaría Alfonso.
Local sencillo pero de corte moderno, donde el gris de sus paredes se impone sin resultar excesivamente frío. Mesas perfectamente alineadas y sillas de plástico y metal muy cómodas. Buena vajilla y copas Riedel, al menos las que nos tocó, con servilletas de papel de calidad.
Despliegue de vinos portugueses para un menú más largo del habitual. Me habían adelantado que era el fuerte de Alfonso, pero he de añadir otras muchas cualidades, como por ejemplo, su entrega, se desdobla con una facilidad que para qué. Tremendo perfeccionista, muy preocupado ante cualquier observación, aguantando estoicamente preguntas constantes y alguna que otra palmada en el omoplato del miura más vigoroso.

-Ostra Olerón para empezar. Comida en tres tiempos por su tamaño y para estirar su disfrute. Servida sobre cava sólido, buen contrapunto del apio y de la lima.
-Sardina ahumada sobre chip de plátano con confitura de higos y nueces. Lomo carnoso de buen grosor y buen sabor.
-Ensalada de tomates confitados y bastones de queso 1605. No conocía este queso manchego de leche cruda. El aliño era de albahaca y aceite de hierbaluisa. Podría calificar esta ensalada de perfecta por el sabor que tenía. La conjunción del queso con la sal de jamón ibérico, el jengibre escarchado y los frutos secos me encantó.
-Revuelto de amanita cesárea y trompetilla Sencillez y sabor bien presentado, la imagen era como si el nido de pasta philo se hubiera volcado y desparramado sobre el plato.
-Boconccino de mozarella con pesto de piñones. Acompañado con mojama y una hoja de radica de Treviso. Bueno... el pesto podía con todo, no es mal bocado, pero me pareció más visual que otra cosa. Puede que servido antes en el orden hubiese ganado.
-Albóndigas de bacalao caseras Sobre un pisto de calabaza y menta, y un falso alioli de limón y hierbabuena. Un par de croquetas de buen tamaño y sabor a casa. Poco sorprende este plato pese al envoltorio. Muy bien presentadas.
-Ternera gallega a la brasa con salsa de pimienta Sichuan y Lagavulin con parmentier de humo. Estupendo sabor el de la carne sin duda potenciado por el whisky ahumado, sensación auténtica de brasa. Me gustó mucho pese a que la carne adolecía de un pelín dura. De todas formas prefiero sabor a textura.
-Carrillera del valle del Esla con salsa de Marsal y arándanos. Sólo saqué un bocado del Miura bravo con cuerno astillado de enfrente. Pero aquí reinaban juntos el sabor y la textura, es otra carne, está claro, pero aún así, elegí bien con el anterior plato, el cual encontré más conseguido.

Los postres fueron quesos, y que quesos. Comte, lingote cremoso de la Sierra de Guadarrama, Crabot, Berskewell, azul de oveja Laxa de Guipúzcoa, y quesuco de Bejes Fabulosos todos, la verdad.

En cuanto al despliegue de vinos que hablaba al principio, cayeron un par de blancos (Tiara 2009 Niepoort y Esporao branco reserva 2010) y otro par de tintos (Esporao tinto reserva 2008 y Quinta Do Ribeirinho 2008 de Luis Pato). Muy distintos entre sí, tanto los blancos como los tintos. Al final cayó también por culpa de los quesos, media botella de Moscatel de Setúbal Alambre 20 años. Sin contar la copa de manzanilla (Sacristía 2011) con la que fuimos recibidos.

Pese a ser invitado, puedo hablar de la RCP por esa espera que sirvió de entretenimiento.
La mesa de cuatro, aunque no estaba coja, si que se echó en falta a un gran Vitorino que salió corriendo por la dehesa ante mi llamada matutina. Se libró del estoque, pero la puntilla se la guardo.