Mucho, muchísimo esperaba de este afamado restaurante a raíz de lo comentarios. Era una de mis "asignaturas pendientes" y qué mejor que reservar mesa en un día próximo a San Valentín para sentirse "mimado" por ese aclamado servicio, esa genial cocina, etc. Todo apuntaba muy alto ya durante la llamada para reservar. Una bonita voz me informó de que no había problema para reservar mesa a las 22.30, lo cual me satisfizo y esperé paciente la llegada del fin de semana.
Una vez en los alrededores, y con absoluta obviedad, el tema de aparcar se me antojó complicado. Una vuelta, dos, tres...al final, SITIO! Y al tema. Bonita decoración y recibidor, aunque desierto. Vimos pasar a una camarera que poco caso nos hizo, y entonces apareció otra chica (supongo que será quien creo que será) que muy amablemente nos acompañó a nuestra mesa. El local no es muy grande, cosa que me agradó junto a sus colores. Las mesas, demasiado juntas a mi parecer, lo que me desagradó porque nadie tiene porqué enterarse de mis inquietudes y mis opiniones. Eso sí, bien vestidas, coperío más que correcto, obsequio de una aceitunas y copa de cava -ésta pedida y por consiguiente amoquinada- de aperitivo.
Descritos local y "entorno", la misma señorita nos entregó la carta, tanto de viandas como de vinos. Me sorprendió gratamente ésta última y me pareció muy completa e interesante. Respecto a la cena, ante las buenas opiniones del menú de invierno -largo supongo- nos decantamos por él...A medias. Y digo esto porque, de pronto y SIN PREVIO AVISO -y retrotraigo ese aviso al momento en que se efectuó la reserva SIN PROBLEMAS para las 22.30- nos comunican con mucha educación que a partir de las 22.30 ya no se hacen menús largos. O menú "de tapeo" -cosa que dadas las circunstancia no me apetecía lo más mínimo- o a la carta -cosa que a mi bolsillo le apetecía aún menos-. Finalmente apañamos el menú largo mutilándolo, ya que decidimos obviar el plato de pescado y el huevo pochado con migas y chorizo. Dos platos que precisamente tenía ganas de probar (en realidad tenia ganas de probarlo TODO). Sirvieron, para nuestra sorpresa, una serie de entrantes que o no habíamos leído bien la carta o se los habían sacado de la manga. Además, en ningún momento se nos preguntó si había algo que no nos gustara o a lo que teníamos alergia... Algo que se espera en un restaurante de estas características y que se caracteriza por un servicio esmerado y dedicado. Los platos en sí -debidamente anunciados y explicados- ya enunciados en comentarios anteriores (carrillera, crema de calabza con pulpo -sí, sí, al revés sería faltar a la verdad-, foie, mejillón, etc.) decentes, sin más. Lo que más me gustó fue un "bollit" estratificado cuyo punto en la judía verde era celestial. No hubo prepostre. Y sinceramente, después de una carrillera comerte un arroz con leche con alubias rojas pues...No es lo que se me antoja más acertado. En fin, expectativas "by the air"... Petit fours con el café, éste sí que estaba bueno.
Para beber, pedimos un Juan Gil joven, no nos complicamos mucho la vida. La elección de este "humilde" caldo supuso un servicio mejor que en muchos sitios, pero algo flojo para un restaurante de este supuesto nivel. No me gustó ese detalle. Rellenado testimonial de copas, dado a probar al inicio y punto.
Tampoco me pareció bien que no se le encendiera a mi pareja -o a mí, ya que estamos- alguno de los cigarrillos que fumamos, cosa que sí vi que hicieron con otras mesas... Pero el colmo ya llegó cuando, pagada la cuenta y con la sutileza y amabilidad que es indiscutible, me dijeron si había aparcado en el parking privado que vi repetidas veces y, por racanería, no quise utilizar. Al decirle "no, señorita", me dijo que resulta que tiene dos horas de aparcamiento gratuito y era por si deseaba el ticket. Lo hubiera deseado de saber, A SU DEBIDO MOMENTO -de nuevo, el momento d ela reserva-, de que disponía de esa opción. En fin, puede que sea susceptible pero esto, unido a lo anteriormente comentado, me fastidió bastante decirlo de forma no cervantina.
En resumen, un lugar cuco, una cocina "bien" que quizá algún día llegue a probar en toda su plenitud -aunque no invitaré yo, eso seguro-, un servicio de vino que supongo, también tendrá una plenitud que no alcancé a experimentar y un trato, eso sí, muy amable en general pero con graves fallos concretos. Una pena. Esperaba muchísimo más. A la próxima preguntaré...
¡¡Vamos chacales, a por Don Enrique!! ;-)