Restaurante clásico en el buen sentido. Calidad de servicio, rapidez entre

Restaurante clásico en el buen sentido. Calidad de servicio, rapidez entre platos y pocas sorpresas (ni se pretende). Una cena particular, de primero parrillada de marisco, langosta, cigalas, langostino. Todo ello de calidad, con buen tamaño y bien cocinado. De segundo unos huevos fritos con jamón ibérico De postre tarta y helado. Todo ello regado con Tattinger Rose.
La bodega muy amplia, el servicio en lugar de regatear hielo y cubiteras pone dos. Una para el champan y otra para el agua y además el jefe de sala sabía que nuestra copa estaba vacía incluso cuando estaba de espaldas.
Todo ello en una agradable terraza donde se sirve la cena en verano. Sin ser barato merece la pena si a uno le gusta la comida con fundamento.

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