Merece la pena

Da gusto ir a sitios en los que la interpretación del concepto de comida minimalista y elaborada no significa una excusa simple para ahorrar en género, gastar en decoración y menaje y pasar una alta minuta.
Sula tiene una cocina elaborada en su justa medida (nada de espumas, nitrógenos líquidos y reducciones a gogó), raciones en cantidad equilibrada, decoración simple pero moderna y confortable, buena cantidad de camareros uniformados y atentos y una factura acorde con lo anterior.
El local dispone de 3 ambientes: uno nada más entrar en la que se puden tomar unas tapas acompañadas de un vinito u otra bebida. Si bien hay unas mesas con taburetes altos contra la pared justo enfrete de la barra, es casi imposible poder hacerse con uno. Las tapas son de buena calidad y gusto, por encima de la media sin duda. Por detrás de la barra y limitando con el pasillo que nos llevará al segundo piso, en el que está el restaurante en su mayor parte, está la tienda en la que se pueden comprar algunos de los productos de las marcas cuyos propietarios lo son igualmente de Sula: conservas y embutidos de alta de calidad y por supuesto vinos.
Subimos al restaurante (dispone de zona de no fumadores, cosa muy de agradecer). La decoración es lineal y simple: paredes en madera en tonos cálidos, mesas cuadradas con mantelería de hilo en color claro (concepto blanco roto), sillas de aires de oficina en cuero negro (simples pero cómodas) y vajillas en blanco. Hasta llegar a la mesa, se pasa al lado de la bodega que hace de "muro" de separación-, expuesta en vitrinas de cristal. El conjunto resulta atractivo sin duda.
La carta no se puede decir que sea extensa, pero trás leerla un par de veces nos damos cuenta de que podemos encontrar casi de todo lo que nos puede apetecer: entradas frías, calientes, embutidos de calidad, ensaladas, pescados (lo más escaso, con sólo 3 platos) y carnes. Y todo con nombres y descripciones que sin resultarnos extraños tienen sus matices de creatividad clara. En nuestro caso nos decantamos por compartir dos entrantes y luego un segundo para cada uno.
Como entrantes tomamas una ensalada crujiente de tomate con ventresca de atún, vegetales de hojas tiernas y vinagreta de salchicón (14,60€) y el ravioli de txangurro estofado con lentejas puig (13€). La ración de la ensalada era bastante abundante para dos personas y estaba excelente: mix de lechugas finas (rúcola, hoja de arce, etc), unas láminas tipo pasta brik muy finas al estilo lasaña, la ventresca, y el "tomate" conformado como una lámina. Todo ello dispuesto en capas pero sin verticalizarlo, dejando que cayera lateralmente. El aderezo justo. Muy rico.
El ravioli de txangurro lleva como base unas lentejas cocindas. El conjunto queda delicioso. y el ravioli es fino y con un gusto exquisito. La mezcla con las lentejas es acertada. Plato muy conseguido, pero en este caso sí que es pelín escaso.
Como segundos los dos nos decantamos por carne: castañuela de ibérico con puré de patata ratté y chalota confitada (24€); y pluma de ibèrico con frégola, caldo cocido y tuétanos de vegetales de hoja tierna (24,80€). Sinceramente fuimos incapaces ninguno de los dos de decir cuál de los dos estaba más rico. Los sabores y texturas estaban simplemente perfectas. Los dos platos deliciosos. Quizas el castañuela (una especie de bolitas de carne picada pero no del modo clásico) resulte un sabor más familiar, ya que las guarnición es más tradicional y la cocina pueda asimilarse más a la típica casera. La pluma (pieza deliciosa), estaba en su punto y la combinación con la frégola (una pasta de sémola) es muy buena. Me gustaron mucho las sensaciones y sabores en boca.
Para postre, sólo probamos el tiramisú, que viene presentado en un vaso de boca ancha. Muy bueno de sabor y textura. La ración es grande, apta para golosos. Como remate cafés (con servicio de azúcares en terrones y pinza) con bandejita de dulces (un bombón relleno de mermelada de frambuesa, palomitas de maíz recubiertas de chocolate fundido y cacahuetes recubiertos de chocolate igualmente. El bombón demasiado dulce para mi, el resto bueno).
La carta de vinos es buena y extensa, la pega: demasiada cara, es verdaderamente dificil tomarse algo por debajo de 30€ la botella. En nuestro caso, un Tagonius Merlot 2006, por 31€ (IVA incluido).
Como única pega podría decir que los platos estaban templados, y en mi caso hubiera agradecido que los de carne estuvieran más calientes. No es que resultasen fríos, pero soy de los que me gustas las cosas tirando a caliente.
La atención fué muy buena, los camareros muy atentos, y el servicio de vino (no dejan la botella en la mesa) eficiente, no dejando las posibilidad a copas vacías.
Al final, orujo de la casa en copa de balón.
Volveremos seguro

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