Para los que conocimos la bodega anteriormente con Pascual, la experiencia es decepcionante. El local incómodo. Ha perdido el encanto que tenía antaño. Las copas bien les vale un secado a paño. Las habas deprimentes. Jamón y queso buenos (donde no interviene nada de elaboración), y el arroz de bogavante para llorar. Sin postres y con cervezas por 40 euros por cabeza es una experiencia deprimente. Para no volver, y un insulto al anterior establecimiento.
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