Situado en una calle del barrio de Chamberí, es un local amplio con varios

Situado en una calle del barrio de Chamberí, es un local amplio con varios salones, decorado con colores cálidos. El servicio es atento, no hay música ambiente, sólo el rumor de las conversaciones. La carta está protagonizada por sus tortillas, desde la velazqueña tradicional (muy rica y jugosa, como se anuncia) hasta la guisada con callos, pasando la que lleva pulpo a la gallega, o la negra, con chipirones. Pero también merecen la pena entradas como las croquetas de jamón ibérico, esféricas y deliciosas. Además de los platos fijos, hay otros del día, como algún plato de cuchara, o unas alcachofas que tenían muy buena pinta. Los postres son poco originales, pedí un goloso de chocolate (con bola de helado de vainilla). En cuanto al vino, la carta es breve y con las D.O. más relevantes, además está organizada según sean jóvenes, crianzas o reservas, pedimos Melquior 2004 (Rioja), bueno, que era uno de los recomendados (el otro era Melquior 2001). Las copas, muy buenas. No me fijé si había vinos de postre, me quedé con ganas de tomar uno. En definitiva, un lugar para volver muchas veces.

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