Una nueva comida en Viridiana, la primera con nuestra peque de casi seis años. La última vez fue poco antes de estrenarnos como padres. Buenas noticias. Se sigue comiendo bien, muy bien, quizás el mejor sitio de los que cocozco en Madrid. Pero también hay algunas sombras, el servicio desigual que en algunos detalles no estuvo a la altura. Sobresalientes, como siempre, los aperitivos de la casa, las ensaladas del día, extraordinaria la de arenques marinados sobre rodajas de naranja, o un rissotto con setas y virutas de trufa blanca del que aún conservo su exquisito gusto, menos impactantes los canelones rellenos de pavo y foie con bechamel de queso de mahón. Las postres a la misma altura, aunque sólo lo tomé yo. Del servicio a destacar la voluntad y la facilidad para dividir todos los platos en medias raciones para poder compartirlos uno por uno con mi mujer, y la rapidez y adaptabilidad del menú al gusto de nuestra peque, que tomó una sabrosa merluza rebozada con croquetas. Debíeron de estar magníficas, porque no tuvimos oportunidad de probarlas. Los vinos un tanto hinchados de precio. Eché en falta un cierto asesoramiento a la hora de elegirlos. Regué la comida con un Viñas del Vero Gewürztraminer, del 2008, creo recordar. En cuanto al local, creo que necesita ya un lavado de cara.