Una antigua panadería que debiera seguir haciendo pan

Ubicado en una antigua panadería lagunera, esto es, en un edificio de recios muros y con historia. Se encuentra esta tasca-restaurante familiar muy popular en la ciudad.

La comida no sorprende en nada, más bien llega a empalagar. No hay buena mano para la cocina.

El servicio intenta ser amable y familiar pero resulta en alguna ocasión vulgar e intrusivo a la par que ineficiente, en la medida en que hay un claro déficit de personal para atender un lugar que se abarrota tanto.

Las sillas son incomodísimas. Cualquier persona de cierta altura y peso lo pasa mal.

El vino estuvo bien.

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