El entorno es excepcional. Estás en una ciudad que es patrimonio histórico de la humanidad, en una calle que te lo recuerda y frente a una de las iglesias más bonitas de La Laguna. Además, cerca del mercado (garantía para las compras) y flanqueado por un callejón adoquinado que se llama de la Amargura (¿o es es el de al lado?). Entras a "la posada" y sigues en el siglo XVII. Nave antigüa de techo alto y un sólo cuerpo con techo a dos aguas artesonado en madera de tea. Decorados de inspiración medieval. Iluminación algo lúgubre. Barra a la entrada donde los cocineros y el jefe asoman tranquilos a comentar el día con los clientes como si el abarrote constante de la sala no fuese con ellos.
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