Un local que tuvo un gran auge en su inaguración y que ahora hacia algunos años que no había ido.
El local no ha cambiado en nada su decoración, estilo,,, sigue precioso, incluso en día de lluvia torrencial, en el entorno de la ciudad de las ciencias. Asombroso e impagable entorno.
La filosofía sí ha cambiado porque funciona con diferentes menús concertados y cerrados, y a veces, hasta con pago adelantado. Tomamos el menú nº 5 que es lo que se había cerrado y pagado y era, según creo, el de precio más alto.
Incluye vino a elegir entre blanco Drassanes y un tinto Bobal de San Juan 2013 que tomamos y cumplió bien.
Comida para tres con los pececitos (jureles, y alguno más) alineados desfilando en esa pecera circular que rodea el local:
. entrante: timbal de foie y calabaza con aceite de sésamo: buena idea pero estaba desatemperado quedando como un bloque que costaba partir.
. primero: lubina salvaje con berberechos y salsa yodada: el pescado algo pasado de tiempo en el fuego para mi gusto quedando algo seca, una lástima porque hay calidad y buena ración.
. segundo: solomillo de cerdo ibérico con terrina melosa de berenjenas ahumadas: mejor punto, buen emplatado y buena ración.
. postre: garnache de chocolate con leche, arena de almendra, mango y fruta de la pasión: buena presentación y buenas sensaciones de contraste de chocolate y cítricos.
. café (normalito) y agua incluidos
Estaba lleno sobre todo de los que hablan raro y comen pronto, por lo que una vez más fuimos de los últimos en salir casi sin sobremesa.
Servicio perfectamente académico, pero demasiado distante.