Comer pegados a "la catedral de la pilota"

Suelo comenzar mis valoraciones sobre restaurantes que visito con una breve descripción del local donde se ubica el negocio, pero, en esta ocasión, releyendo los comentarios que me preceden y en especial el de mayor antigüedad de Diego (Abreunvinito), no voy a extenderme mucho. Local anexo al majestuoso trinquete de Pelayo donde se han disputado partidas antológicas de la diferentes modalidades de la pelota valenciana, con vistas a éste desde una de sus esquinas y con una decoración moderna que se inspira en los motivos más icónicos de este deporte: la pelota, obviamente, la mano y el guante, rudimentario, de dedales, chapas y esparadrapo.  Mobiliario funcional y buena iluminación. Temperatura un tanto elevada a mi gusto en el servicio de mediodía de hoy mismo.

La carta combina elaboraciones con un poso tradicional significativo (la sepia con mayonesa, la titaina o la ensaladilla) con otras no tan autóctonas, pero siempre dentro de un contexto de cocina clásica (anchoas del Cantábrico, tellinas con aliño gallego, ajoarriero, humus…) y algún pequeño guiño a la cocina un tanto más creativa (fartons de sobrasada, gamba amb bleda thai, etc). Nuestra comanda para cuatro ha quedado del siguiente modo (todo al centro de la mesa para compartir):

- Ensaladilla de ahumados y salazones con patatas a la brasa: rica y con un toque original muy de agradecer pues el paso por la brasa deja una impronta que sorprende y agrada. Para mi gusto no le hubiese venido nada mal un pelín más de mayonesa, pero es una apreciación personal.

- Steack tartar: según reza la carta, se elabora con solomillo de vaca nacional madurada. La calidad de la carne no deja lugar a duda. Aliño comedido que no enmascara al producto principal. Desconozco si se corta a cuchillo o con picadora, pero la textura sedosa del tartar da a entender lo segundo. Se disfruta sin necesidad de apenas masticar.

- Fartó de sobrasada y queso (2): El fartó, para quien lo desconozca, es un dulce tradicional valenciano que se suele tomar con la horchata de chufas. Tiene forma de bizcocho alargado y, en esta interpretación salada, se conserva dicha forma aunque éste resulta ser un poco más ancho. Se parte por la mitad y se rellena con una rica sobrasada de ibérico y una crema de queso de Maó. El contraste dulce salado usado en su justa medida y con criterio siempre es resultón. Muy rico.

- Mollejas de ternera a la brasa: Se sirven sobre una crema de nabos y con hojas de mostaza que aportan un toque fresco y original. Producto bien tratado y con el toque único de las ascuas.

- Gamba amb bleda thai: Plato que nos resulta altamente atrayente por su enunciado, pero cuyo resultado final nos decepciona un tanto. “Gambas con acelgas” es un guiso tradicional con gran implantación en la zona de La Marina y que se preparaba frecuentemente en nuestro hogar. Con ese toque thai que reza la carta puede ser un verdadero bombazo. Después resultan ser unos noodles de arroz como homenaje al ambiente cosmopolita e internacional por el que se caracteriza el barrio de Pelayo/Convento Jerusalén en la actualidad con un acompañamiento insuficiente del guiso principal. No es un plato malo, ni mucho menos, pero no encontramos trazas sápidas de la gamba en bleda ni de la cocina thai.

- Pelota de puchero a la brasa: El puchero valenciano vendría a ser el plato equivalente (que no versionado) del cocido madrileño. En los hogares valencianos se acostumbra a preparar una o varias “pilotes” que se elaboran con carne picada de cerdo (o de cerdo y ternera), miga de pan y condimentos según marque la tradición de la casa (ajo, perejil, canela, pimienta…). La originalidad de ésta es que, una vez cocida, se basa por la brasa con lo que consigue un matiz novedoso que nos ha encantado. Se presenta envuelta en col, como manda la tradición, y con el caldo de la cocción como fondo. De lo mejor.

- Lomo alto de rubia gallega con 36 días de maduración: Exquisito el producto y excelente la preparación. Se acompaña de unas ricas patatas fritas caseras (¿cómo no?) y unos pimientos del piquillo confitados a la brasa que hacen nuestras delicias (sólo ellos como plato ya hubiesen triunfado).

- Como postres hemos compartido un tiramisú versionado con fartons y galleta de cacao (etéreo y nada empalagoso) y una espuma de queso con coulís de frutos rojos y remolacha, con galleta de mantequilla salada que resulta original y divertida por el contraste de sabores y temperaturas.

En el apartado líquido hemos pedido una botella de Seripis Cepas Viejas, una merseguera de Bodegas Murviedro que no conocía que ha ido evolucionando a mejor a medida que transcurría el tiempo desde su apertura, y otra de albariño Pazo San Mauro que ha cubierto sobradamente nuestras expectativas.

Mención especial para el servicio que se ha mostrado raudo, correcto y eficaz en todo momento. Creo que es uno de los puntos fuertes de este lugar y siempre es de agradecer la profesionalidad del personal.

  1. #1

    Abreunvinito

    Buen disfrute.
    Saludos

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