Imprescindible

Prólogo. Segundo día en La Habana con el Jet Lag ya superado. Tras el desayuno, nos lanzamos de nuevo al asalto de la destartalada ciudad en busca -más pausada- de los principales lugares turísticos de la misma: el Teatro Nacional, el Capitolio, el Malecón, la zona del Vedado (con algunos de los principales hoteles de la ciudad) o la Plaza de la Revolución, lugar en el que, como bien sabrán quienes me leen, Castro daba sus interminables discursos enfrente de las efigies en relieve de sus colegas revolucionarios el Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

Tras una larga mañana, con sofocante calor (“una vez tuvimos 15º, casi nos helamos”-me dijo una vez un taxista Cubano-) y una humedad interesante, llegaba el momento de retornar hacia la zona de la Habana Vieja para ir al restaurante aquí comentado. Antes de ello visita a la bella Plaza de la Catedral y parada obligada en la archiconocida (y mínima de superficie) “Bodeguita del Medio” para tomar un mojito aceptablemente preparado y que, cosas de la vida, me hizo añorar al local homónimo situado en la bellísima ciudad de Praga, con menos historia y fama que el Habanense, pero con un buen restaurante y, EMHO, mucho más encanto.

Entorno: Situado muy cercano a la Plaza de la Catedral se encuentra nuestro Restaurante. Ubicado en una especie de recoveco de un callejón (en el cual se agolpaban varios restaurantes) todos los turistas (no había otra cosa) se dirigían al Doña Eutimia. Cosa buena -pensé, pues cuando todos van al mismo sitio, el mundo no puede estar equivocado. Situado en una esquina, tiene una bonita puerta metálica forjada, lo que, unido a la zona en que se ubica, da idea de que fue una casa de familia con posibles.

Dentro del restaurante -en el que habíamos reservado mesa a las 14 h.- un ambientazo interesante. De los pocos sitios en los que vi una cierta alegría. El sitio consta de dos plantas (a la de arriba no subí), decorado muy bonito, con vigas de madera, paredes amarillas y muchos objetos (relojes antiguos, bodegones, faroles forjados p.e.) que le dan el típico aire colonial. Muy bonito. Mesas de madera sin mantel y un tanto justas de tamaño. Apretadas entre ellas. Sillas cómodas. No es ruidoso, salvo por la abundancia de gente que allí se concita. Cubertería y menaje adecuado. Servilletas de mantel. Para unas 30 pax. Hay que reservar obligatoriamente, porque hay bofetadas para comer aquí (de hecho, en las dos horas que estuvimos no quedo una mesa libre.

Servicio y servicio del vino: Encantadores en el servicio. Llevan bien el tiempo de las reservas aunque, cuando llegamos, nuestra mesa aún no estaba. El propietario del local nos pidió un poco de paciencia, ofreciéndonos para la breve espera (apenas 5 minutos) un mojito frappé muy bueno a la par que nos decía “tranquilos, que voy aviando a los chinos y os coloco en su mesa” (ubicada, por cierto, bajo el retrato de la mencionada Doña Eutimia). En cuando a la comanda, el servicio es rápido, sin esperas y a un ritmo adecuado.

Tampoco aquí miré la carta de vinos. La cosa de seguir con bebidas típicas del lugar tras la comida se antojaba una buena opción tras el largo paseo mañanero y la elección de las cervezas era la más adecuada. No tenían cervezas cubanas, por lo que optamos por unas cervezas de importación (una pilsener cuyo nombre no recuerdo).

Comida. Típica cubana. Productos elementales cocinados a la manera cubana (ensaladas, croquetas, fajitas, garbanzos, arroces, algún caldo, alguna fritura.) De segundos, más de lo mismo (pollo, cerdo, conejo, carne frita, albóndigas, merluza y algún otro pescado).

Como el cerdo parecía ser la comida estrella del local, pedimos, de primero, un picadillo proveniente del referido animal. Bien guisado, con buen adobo, cocinado con pimiento verde, cebolla guisada y aceitunas y con el toque cubano del plátano frito. Acompañado de chips de yuca. Sin parafernalia alguna. Una buena ración con buen sabor.

De segundo, un plato tradicional: ropa vieja (carne de cerdo estofada), con una abundante guarnición de arroz, frijoles y ensaladas, servido en sendos cuencos/platos. Muy rico, perfectamente cocinado. Se deshacía en la boca. Idéntica mención a los fríjoles, perfectamente estofados y con un sabor excepcional.

El pan también de tipo bollito. Normal sin más.

No hubo tampoco postres, ni cafés. Tampoco los necesitábamos, sabiendo de sobra cuál iba a ser el inmediato destino postcomida.

El coste total se fue a unos 56 CUC (dólares)/2 pax, con lo cual la RCP también puede calificarse buena.

En definitiva, una de las mejores opciones de La Habana. Ágil, animado, simpático y con una comida y ambiente muy agradable y con un trato excelente, en especial si dominas la lengua de Cervantes.

Tocaba ya marcharse hacia ese faro del licor que en La Habana lo constituye El Floridita, más aún habiéndome hecho colega del camarero (el más joven), quien me había prometido prepararme un par de daiquiris frappés “especiales” -con kiwi y melón- que resultaron ser una auténtica maravilla y que, definitivamente, me convencieron de que el autor de novelas tan relevantes como “Por quién doblen las campanas” o “El viejo y el mar” constituye uno de los mejores referentes cuando de disfrutar se trata.

Comentario dedicado a los defensores de las mejores esencias de este foro.

  1. #1

    Joan Thomas

    Hola Joaquin,
    Excelente comentario que me permite seguir mi visita a la Habana, esta vez la destartalada Habana Vieja, con sus conocidos monumentos y siempre sofocado por ese calor húmedo que soporto mal ;-) Veo que esta vez el restaurante se parece mas, pues eso, a un restaurante. Me parece un buen menu a un buen precio y con un buen servicio, vamos que comisteis bien y acabasteis aun mejor compartiendo con Hemingway un par de excelentes daiquiris, que por lo que escribes debían de estar para tirar cohetes...
    No me imaginaba que la Bodeguita del Medio fuese tan pequeña y ademas no imprescindible.
    Buena dedicatoria.
    Espero leerte pronto profesor,
    Un abrazo para los dos

  2. #2

    SaraL

    También yo comí en Doña Eutimia este verano. Comida contundente pero rica. Estuve un mes por Cuba y no probé el vino ( qué sufrimiento!), no me merecía la pena pagar precios de escándalo por vinos que no me subyugaban.
    Mi mejor recuerdo de restauración en La Habana fue el café Laurent,en Vedado, una gozada, quizá porque ya estaba cansada de tanto cerdo, tanto frijol y tanto pescado super hecho y recocido Me gustó su cuidada cocina

  3. #3

    Fer B.

    Excelentísimo colofón de comentario. Se agradece sumamente tu prosa.
    Donde esté el retrato de Doña Eutimia (por cierto, vaya con el nombrecito que, dicho sea de paso, en nombre sustantivo lo utilizo frecuentemente) que se quite el de Aznar o ZP ;-P

    Un abrazo!

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